Me parece excesivo el revuelo que se está montando con el tema de los espías y Alicia Sánchez Camacho, porque, con las facilidades que nos ponen hoy día, no hace falta contratar espías, ¿quién los necesita teniendo ‘aparatinos’ al alcance de nuestro bolsillo?
Tuve la suerte hace un año aproximadamente de visitar La tienda del espía en Madrid y descubrir todo tipo de artilugios capaces de camuflarse entre tu ropa, que podían llegar a grabar una conversación, en vídeo y voz, o solo voz, sin que tu interlocutor se percatase, más de dos horas. Entre bolígrafos de solapa, relojes, linternas, despertadores, pulseras, gorras… lo que más me sorprendió fue el botón de una camisa. Recuerdo que la dependienta me dijo que era tan discreto que hacía unos días, se lo habían comprado para un programa de televisión.
Sin embargo, ahora que está prohibido el uso de las cámaras ocultas, al menos en el ámbito periodístico, con las redes sociales, tener a alguien controlado, si es muy de contar sus andanzas, es bastante sencillo. Yo misma muchas veces me siento vigilada, controlada, espiada… porque lo malo de las redes sociales es que para las personas a las que no nos gusta dar explicaciones, que llevamos ‘una segunda vida’, que les decimos a nuestros padres que estamos en un lugar y estamos a 200 kilómetros de ese sitio, pasando por zonas de las que cuando hablan tienes que poner cara de ignorancia a pesar de conocerlas mejor que ellos, es un tema muy fastidiado. Si escribes mucho en Twitter, parece que intentas disimular algo, si escribes poco, a saber qué estás haciendo. Si te escribes con alguien ¡cuidado! Con una conversación de más de cuatro tweets, estás ligando.
Si Alicia Sánchez Camacho quiere un escolta de la guardia civil en plan exquisita, yo quiero uno si sale algún día debajo de uno de mis post la localización de mi nuevo piso. Por lo que pueda llegar a pasarme. Tengo demasiados espías en las redes sociales.