>

Blogs

Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

A los 16 años no interesan los museos

Recuerdo el día que fui a visitar el Louvre, a mis 16 años en una excursión de instituto, como uno de los más largos e interminables de mi vida. Tengo en la cabeza aquellas tres horas pesadísimas, viendo cuadros y esculturas que no entendía ni me interesaban, escuchando nombres de autores y épocas de la historia que no asociaba, buscando los bancos vacíos o las escaleras más cercanas para tirarme a esperar que corriese el tiempo.

 A los 16 años, si uno va a París, a Madrid o a Cáceres desde su pueblo, lo último que quiere ver son museos. Pero los profesores tienen la costumbre de llevarte a ver una obra de teatro y meterte en el museo más cercano, y no se dan cuenta de que lo único que consiguen es que los acabes aborreciendo. Es como cuando te obligan a leer muchos libros en la escuela, que solo por el hecho de sentirte rebelde y llevar la contraria, le echas un vistazo a la contraportada o le dices a tu madre que se lo lea por ti (en mi caso) y cada vez que ves un libro, piensas: “Leer es un coñazo”. Tenemos la manía, sobre todo en la adolescencia, de pensar que todo lo que nos obligan a hacer es aburrido. Creo que si nos prohibieran los libros, nos moriríamos de ganas de leer.

Poco después, cuando entras en Bachillerato, ya la cosa cambia. Si llegas hasta ahí y no te conformas con la ESO, es porque tienes cierto interés por culturizarte. Y es ahí cuando ya empiezas a conocer autores, obras de arte importantes… y cuando más te fastidia haber estado al lado de ellas, como me pasó en el Louvre precisamente con La libertad guiando al pueblo, de Delacroix, y La balsa de las medusas, de Géricault, y no haber podido disfrutar de verlas a conciencia, sabiendo su significado. Bueno, caso aparte fue lo de La Gioconda, que me decepcionó tanto su tamaño y estaba tan lleno aquello de turistas fotografiándola, que ni siquiera recuerdo haberla estado mirando más de cinco segundos. Porque eso sí, cuando tienes 16 años, valoras las cosas más por su tamaño que por su calidad o el enigma que tienen. Ves un cuadro grande y piensas: “Este debe de ser muy importante”.

Ahora empiezo a disfrutar de los museos, pero paso a paso, siendo consciente de que voy porque me interesa ver su contenido, no porque nadie me obligue. Ayer, mientras yo disfrutaba visitando los de la Parte Antigua y fotografiando las obras que más me interesaban, observaba a alumnos de diversos institutos hartos de ver ‘piedras’ que para ellos no tenían ningún valor, solo el encanto de perder un día de clase. Se sentaban en las escaleras de la Plaza de San Jorge o en los poyos de San Mateo y su único interés era que corriese el tiempo.

Enviado desde Cáceres.

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


marzo 2013
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
25262728293031