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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

Mi piso vintage

Hace unos días vinieron unos amigos a conocer mi piso. Tras sentarse en los sillones de piel del salón, al calor de la mesa camilla, me dijeron que se sentían como si estuviesen en la casa de sus abuelas, por ese aire tan clásico, acogedor, familiar, con todas las paredes llenas de cuadros, platos, relojes de cuerda, fotos de comuniones y bodas de toda la familia, vírgenes y santos.

Al día siguiente, decidí que ya iba siendo hora de irme de compras y cambiar ese toque tan antiguo, que sí, que acogerá mucho para estar un rato, porque es el tiempo que se está en casa de las abuelas, pero para estar viviendo, es un poco deprimente. Lo primero que compré fue un mantel para la mesa camilla, porque el que tenía estaba roto y tenía un color amarillo desgastado y feo. Así también aproveché para quitar todos los papeles que había debajo de la mesa, porque alguna que otra vez se me ha estado a punto de caer algún vaso al apoyarlo por el bulto que hacían. Con ese pequeño cambio, unos posavasos y una moderna mantita de cuadros azules en el sofá doblada, mi salón tiene un toque más personal. Y ahora puedo decidir si me tomo un café encima de la Torre Eiffel, del Big Ben o de la Estatua de la Libertad. Mi mantel es un sueño constante de viaje para cualquier interrailero.

Los otros cambios que he hecho son más que nada por higiene, por prevenir coger algún tipo de infección. Me he comprado cubiertos nuevos, los que había me daban un poco de grima: los tenedores estaban despuntados, las cucharas dobladas, los cuchillos no cortaban, algunos estaban oxidados, al igual que el secador de cubiertos, que además, chorreaba el agua justo encima del microondas.

También compré un delantal muy mono, de frutitas de colores, muy alegre y vivo para esta primavera; un azucarero y un salero que necesitaba urgentemente, porque al tener estos productos en sus respectivos paquetes, cada vez que los abría, se me caía un poco al suelo; y un montón de cosas más que necesitaba, que hacen que vivir en el piso sea más cómodo y agradable.

Lo malo de haber hecho estos cambios ‘sin consentimiento’, es que cada vez que vengan mi madre y mi abuela, voy a tener que esconder todas las cosas nuevas. Más que nada por esa teoría suya de utilizar todo lo que hay en el piso. No saben lo feliz que me harían si me quitasen de la cocina esos cuarenta platos con bordes rotos, oxidados, pegajosos… y que me dejen organizar las cosas a mi manera, con el rollo clásico del piso, pero introduciendo poco a poco cosas modernas, y más que nada, higiénicas. 

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


abril 2013
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