Anoche estaba dando un paseo con mi hermano por el centro de Cáceres, cuando a la altura de la fuente luminosa de Cánovas, escuché a un grupo de chicas que reían a carcajadas. Debían de ser alrededor de las once de la noche, vamos, que no creo que estuviesen borrachas tan pronto.
A medida que me iba acercando, el jolgorio era más estruendoso. Y, cuando miré a la fuente, hasta yo no pude evitar sonreír. Al principio pensé que era un perro el que estaba metido en el agua, pero cuando de repente se puso de pie la chica que estaba dentro de la fuente, quedé alucinada. Parecía el típico sueño erótico de la mayoría de los hombres: una joven vestida de rojo muy guapa saliendo de una fuente empapada como si fuese una sirena. Las amigas no podían dejar de reírse a medida que se acercaba a ellas, yo, que me quedé quieta expectante ante tal espectáculo, tampoco. Una le decía: “¿Pero, has buceado?”. Los decibelios de las risas aumentaban.
No sé si estaban haciendo algún tipo de apuesta (algo muy gordo debían de jugarse), pues cuando yo juego haciendo pruebas, lo máximo que llegamos a poner es a preguntar dónde está el paseo marítimo de Cáceres. O tal vez, es que han empezado antes de tiempo las novatadas. Lo cierto es que da gusto volver a salir por el centro y encontrarse con ambiente juvenil y universitario.