Descubrí a Melendi en clase de plástica en la escuela, haciendo marquetería. Para hacer más ameno el ruido de las sierras cortando la madera poníamos música, aún en esa época en la que se utilizaban los radio cassettes con CDs. Me llamaron la atención sobre todo los temas de sus canciones, la mayoría relacionados con un mundo desconocido para mí: la droga.
En esa época no era Melendi, sino ‘El Milindri’, un tipo delgado, con el pelo muy largo y rizado recogido con un coletero y un modo de vestir un tanto zarrapastroso, que igual que te lo imaginabas cantando encima de un escenario te lo podías imaginar pidiendo limosna en la calle para comprar cannabis. Aunque eso, realmente, lo percibí el día que fui al concierto que dio en la Plaza de Toros de Arroyo, porque en esa época ni era conocido, ni mucho menos, salía en la tele. Se empezó a hacer famoso después, con la canción de la vuelta ciclista.
La entrada recuerdo que no debió de valer ni 10 euros. Ahora hubiera pagado el triple por verlo igual, con aquella naturalidad, aquellos movimientos de pelvis tan ‘eróticos’ que hacía, aquellos meneos al micrófono, y por supuesto, aquel inconfundible olor a porro que se desprendía del escenario y que nos dejaba ver que aquella energía no era normal, porque hasta nosotros mismos estábamos colocados mientras dábamos saltos y gritos al ritmo de ‘Vuelvo a traficar’.
El año pasado, casi una década después, volví a verlo en concierto. Los temas de sus canciones ya no eran los mismos, sonaban bien, pero tal vez eran demasiado comerciales y un tanto romanticones. Su look había pasado de ser tercermundista a ser rollete pijo: con su pelo planchado, su pantalón vaquero, su camiseta roja reluciente… Sus movimientos en el escenario estaban mucho más controlados, ya no restregaba la cebolleta por el palo del micro. Saltaba y gritaba, sí, pero ya no se comía el escenario con la misma energía. Hasta se echaba de menos el olor a marihuana que hacía falta para caldear el ambiente.
Estoy totalmente en contra de las drogas, pero reconozco que Melendi me molaba más cuando hablaba de ellas en sus canciones y cuando, en definitiva, las consumía. Ahora sus canciones son buenas, bonitas… pero después de haberlo visto hace una década aproximadamente en estado natural, me cuesta volver a decidirme por verlo en plan comercial.