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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

Yo nunca… jamás

Cuando hacemos botellón en un piso, o en el ferial, o cuando salimos de cañas y copas, hay veces que te emborrachas con más facilidad y otras, no hay forma. Normalmente, en las discotecas suele costarte más. Al estar moviéndote de aquí para allá, bailando, saliendo a fumar… tu cuerpo asimila mejor el alcohol. Sin embargo, cuando estás sentado en un sillón haciendo botellón con tus amigos tranquilamente, aunque bebas de forma moderada, el alcohol se sube más rápido a la cabeza y, en ciertas ocasiones, más que animarte, te adormece. Por eso, hay veces en las que tener un buen juego para beber puede salvarte la noche.

Hace unas semanas, me enseñaron uno muy divertido para tomar chupitos o tragos de cubata y ponerse a tono. Se llamaba La Pirámide. Se juega sentado, como si fuera un solitario de cartas, con papelitos puestos encima de una mesa, cada uno con un número escrito, puestos boca abajo y colocados, como el nombre del juego indica, en forma de pirámide. Pero lo bueno que tiene es que no solo consiste en beber, como sucedía con el típico juego del Ocamocho al que todos hemos jugado alguna vez cuando empezábamos a mezclar vino con Coca cola en las romerías. En La pirámide se puede mentir, hacer dudar al resto de tus cartas, asociarse para emborrachar a alguien y siempre debes tener la mente despierta porque recordar el número de tus cartas, su posición y las del resto de tus amigos es una parte fundamental del juego.

Sin embargo, aunque estos juegos con papelitos, dados, tableros… sean muy divertidos y consigan su misión: que salgas a La Madrila ya bien mamado, yo me quedo con el básico, con el que se puede jugar en cualquier lugar, en la barra de un bar con rondas de chupitos, en una mesa, sentados alrededor con unos cubatas, o qué sé yo, en el campo, perdidos con unos litros de cervezas. Cómo no, hablo del ‘Yo nunca’, ese juego capaz de hacernos perder la vergüenza hasta a las personas más tímidas, ese juego que, a medida que se va animando la cosa, puede hacer que hables de los temas más tabú de la sociedad con total naturalidad, que los asimiles ante un grupo tal cual. Ese juego que hace que bebas tan rápido como perversa sea tu vida, que consigue que siempre, al día siguiente, cuando te levantes de la cama con una terrible resaca, digas: ‘Yo nunca volveré a beber alcohol en mi vida’. Pero sabes que si en esos momentos tuvieses un vaso delante, te tocaría volver a beber de nuevo.

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Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


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