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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

El día de la orla

Hacerse la foto de la orla es una de las cosas más importantes del último curso de carrera, casi más que te toque el trabajo de fin de grado que te apetecía realizar. Es ese momento en el que dices: “Se me ha pasado volando el tiempo”. Y es verdad, porque la mayoría de los estudiantes, muy al contrario que en la etapa del instituto o de la escuela, estamos de acuerdo en que los años de carrera pasan a toda velocidad y, cuando quieres darte cuenta, están llegando a su fin.

La foto de la orla, aunque parezca que no, tiene que estar más que perfecta porque tu cara va a quedar para la posteridad en casas de abuelas, madres, tías, amigas… y en la cafetería de tu facultad, donde futuras generaciones de estudiantes de tu carrera se fijarán en vuestras caras, buscando imperfecciones para reírse y pasar un rato agradable, cosa que aunque nos ruborice y sea duro reconocerlo, todos hemos hecho alguna vez.

Lo malo de ‘El día de la foto’ es que no sabes con qué cara te vas a levantar, ni si vas a tener la regla, ni siquiera si vas a dormir bien esa noche. A casi todas las chicas, unos días antes de la menstruación, nos salen un par de granitos en la cara. Y a ver cómo se pone de acuerdo a 20 mujeres para que a ninguna le coincida con ‘esa fecha’. También influye mucho si estás constipada, con la nariz y labios hostigados, si tienes jaqueca, o si has dormido o no la noche anterior, porque salir con ojeras, derrames en los ojos, vista cansada, calenturas… no mola nada. Y luego está el tema del maquillaje, que si te encuentras mal, la piel se lo come y desaparece, dando casi una imagen más desagradable aún.

A mí, el día que me hice la foto, se me juntaron varios factores: me habían salido un par de granitos imposibles de tapar en la cara, no había dormido y, para colmo, estaba lloviendo, factor que consigue que los cabellos lisos se transformen en cabelleras de leonas. Pero lo peor de todo es que, cuando estoy cansada, disimular mi ojo vago, teniendo que mirar en una foto de frente, es casi más difícil que leerme el libro de Belén Esteban. Vamos, que ni con Photoshop se salva mi foto.

Al menos, me consuela pensar que nuevas generaciones de estudiantes de mi facultad, cada vez que vean mi careto en la cafetería, tendrán un rato de diversión e ironía a mi costa. Casi tan buen rato como el que tengo yo cuando ironizo con mis amigos sobre las siete ediciones que lleva Belén Esteban vendidas. No hay mejor terapia que la risa.

Temas

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


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