Hace poco más de seis años, nadie me hubiera imaginado como estoy ahora. De hecho, siempre que vuelvo al pueblo y me encuentro con gente que me ha visto en mi infancia, me recuerdan como esa muchachina que iba siempre en chándal, que jugaba al fútbol con los muchachos, que llevaba el pelo corto al tazón y que disfrutaba ensuciándose en el barro, yéndose al campo con los galgos o cogiendo en el tinao los huevos de las gallinas.
Sin embargo, de esa niña ya queda poco. Ahora me ven arregladita, cuidando más de mi aspecto físico, bastante más delgada, maquillada, con los labios pintados, con el pelo largo, mi cámara fotográfica a cuestas, que me da un toque moderno, y una carrera casi terminada a las espaldas, que a ver quién apostaba por mí por entonces que yo fuera a hacer otra carrera que no fuera la del galgo, con collera, por supuesto.
El problema viene, realmente, cuando intento mezclar los dos mundos, cuando tengo que ir al campo y en vez de ponerme ropa vieja me voy arreglada, y si estoy sin maquillar me siento incómoda, y si por el contrario, voy con polvos en la cara, me siento ridícula, y la gente me mira con cara de “y de dónde habrá salido esta niñata pija”, cuando en realidad no saben que yo me he criado jugando entre la paja. Aunque cuando más asco me doy a mí misma es en el momento en el que se me acerca un animal y por miedo a que me salte, y a que me ensucie, cosa que de chica me encantaba provocar, ahora salgo corriendo, y me aparto, al grito de “¡Ay, que no me manche, que no me manche!”.
Supongo que estos años de universitaria y de estar viviendo en la ciudad me han cambiado, me han vuelto una chica urbanita. Lo que yo no imaginaba es que iba a ser hasta el extremo de cogerle alergia al campo. No sé a qué se debe, pero las tres últimas veces que lo he pisado he terminado llena de erupciones por el cuerpo, casi haciéndome heridas de rascarme fuerte, y con muchas ganas de volver a mi hábitat natural: la ciudad, el ruido de los coches, las aglomeraciones de gente… Quién me ha visto y quién me ve: deseando lo que siempre odié y desechando el ambiente rural que me hizo feliz muchos años.