Dentro de cuatro días, estaré cogiendo un autobús rumbo a Sevilla (que me ha valido siete euros con gastos de gestión, la mitad de lo que cuesta al mismo destino un bla bla car). Desde esa tarde que llego a la Estación Plaza de Armas, lo único que tengo previsto en mi agenda es que al día siguiente, a las 6.50 de la madrugada, parte mi avión hacía Roma. El resto es todo una incógnita que depende del horario de la consigna, de las ganas que tenga esa tarde de hacer fotos con ‘un color especial’, del mareo que sufra en el autobús desde Cáceres y del horario de transporte diurno al aeropuerto. La noche intuyo que será más dura y cansada, tumbada entre asientos de sala de espera, en el caso de que me dejen quedarme dentro a dormir, ya que cierran de 1.30 a 4.30, o si no, pues tocará tirar de alguna manguina larga en la calle aprovechando para leer. Sin embargo, la mayor aventura llegará cuando aterrice en Roma, donde aún no tengo sitio para alojarme. Ahí comenzará realmente mi aprendizaje Erasmus, que no solo consiste en aprender idiomas y pasarlo bien, sino también en coger seguridad, madurar como persona y aprender a desenvolverme en otras ciudades.
Me resulta curioso pensar que hace poco más de tres años no me atrevía a montar sola en un autobús que fuese poco más de Cáceres a Arroyo y viceversa, y ahora, me voy a plantar en el centro de Roma con una maleta grande de 20 kilos y mi mochila negra con la cámara a mis espaldas, que por supuesto no puede faltar ya que casi forma parte de mi identidad. No tengo ni idea de cómo me las arreglaré allí para buscarme la vida, ni si terminaré llorando esa noche en un banco bloqueada sin saber a dónde ir y arrepintiéndome de haber salido de mi comodidad cacereña, que no estaba mal; si acabaré en un albergue B&B (Bed y Breakfast) de esos que suelen valer 20 euros la noche y utilizan los estudiante Erasmus para alojarse hasta que encuentran piso, donde temo que no descansaré porque me da miedo dormir en literas (en la cama de arriba por si ruedo al suelo y en la de abajo por si se cae el somier de la de encima); o si me gustarán los pisos que tengo pendientes de ver, me alojaré ese mismo día en alguno y podré pasar la tarde en Ikea buscando sábanas y útiles necesarios para mi estancia.
Lo único que sí tengo claro en todo esto es que van a sucederme muchas anécdotas, voy a conocer a personas con diversas formas de vida y voy a descubrir muchas curiosidades que poder contaros y fotografiaros. Eso me ilusiona bastante a la hora de embarcarme en esta aventura.