Ayer, por casualidad, me encontré con uno de los acontecimientos políticos más divertidos y curiosos que he conocido en mi vida. Un par de días antes, había pasado por el Circo Massimo haciendo turismo. Me lo había encontrado lleno de pequeñas carpas blancas, en multitud, con pinta de futuras casetas de bares que lo afeaban. Justo en el lado opuesto al que está el metro, había un gran escenario en el que un grupo musical estaba ensayando. Pensé que habría este finde un festival.

Cerca de las ocho de la tarde, ya completamente de noche, decidí ayer ir a dar una vuelta por Trastevere. Me bajé en la parada de metro de Circo Massimo, que es la más cercana, y decidí ir hasta mi destino dando un largo pero agradable paseo. No recordaba el tema del festival de música que días antes había rondado por mi cabeza. En efecto, había música, y lo que me llamó la atención, a pesar de que no tengo buen oído para los idiomas, es que eran canciones muy reivindicativas. Y como siempre que algo me causa interés, lo que hice fue buscar en Google los tags ‘Circo Massimo’ y ‘Música’. Rápidamente aparecieron en mi teléfono diversas noticias en las que informaban de que del 10 al 12 de octubre habría un festival musical en forma de manifestación. Me bastó la información, no seguí leyendo, me apetecía pasear por Trastevere, aunque me fui con la mosca tras la oreja por el despliegue de medios que había.

Como estos días la prensa española con el tema del Ébola está muy emocionante, no leo la italiana, y por tanto, no me entero de los acontecimientos que hay. Si lo hubiera hecho, probablemente me habría enterado de que había tanta gente concentrada en el Circo Massimo no por un festival de música reivindicativo, sino porque iba a salir al escenario a dar un mitin Beppe Grillo.

Volvía de Trastevere emocionada tras disfrutar de la vida de sus calles, de sus espectáculos, de sus puestos y, sobre todo, del olor de la comida de sus restaurantes, que dejan a una patidifusa y con el estómago rugiendo. Me disponía a volver a coger el metro y tenía que atravesar todo el circo, pero no pude hacerlo. No me llamó la atención que un hombre con un micro hablase en el escenario, ni la cantidad de banderas, que no alcanzaba desde lejos a descubrir de qué partido eran, lo que me llamaba la atención eran las risas, el clamor de la gente, el espectáculo. Parecía un monólogo. No pude evitar acercarme a ver quién hablaba en el escenario. Desde una gran pantalla vi la figura de Beppe Grillo, el líder del Movimiento 5 Estrellas, que tengo entendido que en Italia es lo más parecido al Pablo Iglesias de Podemos en España.

Como hablaba muy rápido, me costaba un poquito entenderle, pero me parecía divertidísimo. Como actor que es, sus caras, sus expresiones, sus movimientos, sobre todo cuando se ponía a hablar con ironía o a dar caña a sus adversarios, eran totales. Me quedé hasta el final, sentada en la hierba, viendo con expectación y entusiasmo aquel tremendo espectáculo, acompañado de gráficos muy significativos de sus ideas contrarias al euro, que nos alternaban en las pantallas con su imagen.

Normalmente, los mítines se me suelen hacer largos, pesados y aburridos, con muchos datos y poco espectáculo. El de ayer de Beppe Grillo no quería que terminara. El formato de música, cervezas y escenario al aire libre, y en este caso en un marco inigualable como el Circo Massimo, lugar de diversión del pueblo, se me hace muy acertado en los tiempos que corren.