Entre las cosas favorables que vi cuando decidí venir de Erasmus a Roma se encontraba la similitud de clima con España. Lo que no pensaba yo que me fuera a dar problemas es tener la misma hora.
Desde que estoy en Italia me parece aún más estúpida la diferencia horaria entre España y Portugal. Las veces que he pasado al otro lado de la frontera y han sido visitas exprés, sin necesidad de pensar en la hora menos, jamás me ha influido psicológicamente la duración de la luz solar. En cambio, desde que estoy en Roma, el hecho de que entre las seis y media y las siete de la tarde ya haya oscurecido, me supera. Me hace sentir como si me faltara tiempo al cabo del día para realizar actividades y las noches se me hacen largas, eternas y hasta me cuesta dormir. Lo que lleva consigo fuertes dolores de cabeza.
Pánico me da pensar en el momento en el que cambien la hora, porque imagino que alrededor de las cinco de la tarde comenzará a anochecer. Aunque lo peor será cuando a las seis de la mañana esté entrando una luz fuerte y penetrante por la ventana que me haga saltar de la cama cabreada y acordarme de Franco y del momento en el que se decidió tener la misma hora que Alemania e Italia cuando por similitud de tiempo de luz solar no tienen nada que ver. Es que ni los problemas que he tenido en la facultad ni la adaptación al idioma se me están haciendo tan insufribles como la falta de luz solar. De hecho, a este paso, pronto se me puede comparar con los de la saga Crepúsculo, porque si ya de por si soy blanquina, viviendo de noche, cuidado con los cuellos que me encuentre por la calle…
No sé si al resto de Erasmus les pasa lo mismo, porque por lo que he visto hasta ahora, viven más de noche que de día y supongo que hasta les viene bien.