Para que os hagáis una idea, la estación de Termini es a los inmigrantes ilegales lo que Canarias a Monago en titulares de prensa o tweets: van de la mano. Entre la salida de la estación por el lado izquierdo y el Mcdonalds que se encuentra en la acera de enfrente, si no te lanzan veinte besos al aire, si no te paran para intentar endulzarte la oreja o si no intentan robarte, puedes considerarte una chica con suerte. A los chicos, directamente, estoy convencida de que les ofrecen sexo a cambio de dinero. Ver a tantos inmigrantes con sus mejores galas en posición de espera permanente me recuerda a los aseos masculinos de las estaciones de autobuses.
Las dos primeras cosas que dije con anterioridad, lo de que te lancen besos y que te mareen diciéndote cuán grande es tu belleza, aunque no sea verdad, las he vivido y visto asiduamente, y hay que reconocer que al tercer día deja de parecer gracioso para comenzar a dar mucho asco. La última de las cuestiones que decía, la de que te intentasen robar, hasta hace un par de días, no la viví. El problema viene cuando al vivir la tercera, te has encontrado antes con las dos primeras. Entonces, tu ira puede terminar con tu paciencia y prudencia.
Hace unos días iba con una amiga por Termini y tras ese momento en el que unos cuantos babosos nos tenían saturadas con sonidos nauseabundos de besos lanzados al aire y piropos, un niño nos intentó robar. Cuando miré hacia atrás lo vi abriendo la cremallera de la mochila de mi amiga y al verme retiró la mano rápidamente y puso cara de santo. Debía tener entre doce o trece años. En ese momento, creo que me acobardé yo más que él por no saber cómo actuar. Me había preparado tanto psicológicamente por si me encontraba alguna vez en una situación similar… pero jamás pensé que quien fuese a robar pudiera ser menor de edad.
Y es que es un dilema. Porque nosotras tiramos hacia delante y huimos de él, pero si realmente hubiera robado algo o se hubiera puesto incluso agresivo, todos los puñetazos, patadas y hostias que tenía en mente jarrearle a un ladrón si me lo encontraba ante mí, siendo menor de edad, y tan menor de edad, se iban por la taza del retrete.
Por suerte no pasó nada, pero me dejó un poco tocada que un niño tan jovencino en vez de dedicarse a jugar en un parque al fútbol con sus amigos estuviese buscando gente extranjera a quien robar sabiendo que por su edad si le haces algo, tiene la ley a su favor.