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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

Contra Pérez Reverte

Estoy leyendo el Quijote y estoy disfrutando como una enana, o sea, como Pablo Iglesias entrevistando a Iñaki Gabilondo. Nunca lo había conseguido leer entero antes. De hecho, me he quedado en breves historias dentro de la propia historia del Caballero de la triste figura, y ahora voy por muy buen camino. No solo porque tenga que examinarme. Si antes me resultaban pesadas las reflexiones de Cervantes, ahora me las devoro, las comprendo, entiendo la ironía que denotan y connotan sus palabras.

No estoy nada de acuerdo con la propuesta de Arturo Pérez Reverte de hacer obligatoria la lectura del Quijote en la ESO. A mí no me obligaron, por suerte, pero cada vez que nos lo dejaba caer algún profesor, a modo de lectura por placer, solo había que ver su grosor y su número de páginas para que se nos quitasen las ganas. Y es que a esas edades no se puede pedir a los niños que se diviertan con un tipo feo y loco que ve la realidad desde otro prisma, que se enfrenta a molinos de viento y rebaños de ovejas creyendo que son lo que no son, y todo eso provocado porque los libros de caballería le han comido la imaginación.

A los 14 o 15 años, los adolescentes prefieren otro tipo de lecturas. Están en la edad del pavo, descubriéndose a sí mismo, y les provoca más dudas e interés saber si los granos que les salen en la cara son de tocarse o, incluso, si esto puede crearles ceguera. Aunque menos visión me parece que tiene Pérez Reverte intentando vendernos su libro adaptación con menos capítulos diciendo que es una buena manera de orientar a alumnos y profesores a que le pierdan el miedo, unos para leerlo, otros para explicarlo. Si lo que quieren en la Academia es que se venda mucho para sacar beneficio, que se marquen un “Umbral” y que vayan a los platós a hablar de “su libro”, pero que se dejen de obligar, que eso solo trae rechazo.

Don Quijote de la Mancha debe ser como esos huevos que dice el refrán que te comerás cuando seas padre. Algo codiciado y anhelado, muy propio para disfrutar en la madurez, cuando se entiende, entero, disfrutando de la historia sin eliminar capítulos y sin cogerle manía porque no nos enteramos.

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


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