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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

Vivir de okupa

Hace un par de días, estando en la cama empastillada por una alergia que me tiene debilitada en plenos exámenes, sonó el timbre de la puerta. Me levanté a abrir como buenamente pude, sin ser siquiera consciente de lo que estaba haciendo, y una de las personas que trabajan en la agencia que lleva el piso donde estoy de alquiler junto a otros chicos italianos, me dijo que teníamos que hacer las maletas e irnos en ese preciso momento.

Pero comienzo por el principio: cuando entré en el piso, uno de los chicos, que ya se fue hace meses y con el que hice muy buenas migas, me dijo que cuatro antiguos compañeros suyos estaban en juicio con la agencia porque la fianza de 800 euros que se deposita al principio (equivalente a dos cuotas) no se la devolvían. Me aconsejó que hiciese lo que estaba haciendo él en ese preciso momento: no pagar los dos últimos meses de arrendamiento y así no me engañarían. Este chico se fue el 5 de noviembre del año pasado y en el tiempo que estuvo sin pagar no tuvo ningún problema. Desde entonces, siempre que ha llegado alguien nuevo al apartamento hemos comentado esta práctica.

Aparte del piso en el que vivo, la agencia tiene dos más en el mismo bloque. El caso es que ahora en febrero han abandonado demasiadas personas entre los tres apartamentos, estando dos meses sin abonar el alquiler, y a mí y a otro chico italiano, que llevábamos solo un mes sin hacerlo y nos quedaba otro por delante, nos ha tocado pagar los platos rotos. Nos han amenazado con cortarnos luz, agua y gas, y a otro compañero que está con nosotros van a trasladarlo a otro apartamento, porque como aún no se va, sí paga. Nos han dicho que van a cerrar el piso y que tenemos que irnos, que les importa una mierda si tenemos que dormir en la calle, cuando tenemos contrato hasta el 5 de marzo, y, quedándose con nuestra fianza de 800 euros del principio, ellos no perderían dinero.

Desde hace dos días, estamos buscando alternativas por si es cierto que nos cortan el suministro de energía y agua y estamos haciendo turnos en casa para que nunca se quede sola, por que no puedan cambiarnos la cerradura. Estamos viviendo como okupas, saliendo a comprar a las ocho de la mañana provisiones, escribiéndonos a cada rato por si surge cualquier inconveniente y con las maletas preparadas por lo que pueda pasar. Mi compañero está buscando la manera de vender su coche para poder pagar otro apartamento. No sabemos si intentan meternos miedo, pues también nos amenazan con querellas, o si es cierto que en el momento menos pensado vamos a quedarnos a oscuras, sin corriente, sin agua, tirando de abrigos y mantas, y comiendo frío.

Lo que más pena me da es llevarme esta imagen final de mi estancia en Italia. En el fondo, por culpa de unos cuantos chorizos tenemos unos prejuicios terribles hacia los italianos. Creo que antes de lo previsto, en cuanto termine los exámenes, estaré de vuelta en Extremadura.

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


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