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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

Alemanes, chinos y romanos

Desde que estoy viviendo en Cáceres he ganado una inmadurez que nunca he tenido. En menos de una semana mi vida tranquila y armónica ha desaparecido. Venía a tener vida de estudiante pero hasta el día de hoy ni he pisado la facultad ni me he matriculado.

Empiezo a sentirme privilegiada. No me imagino volviendo a casa con mis padres, perdiendo la total libertad que he conseguido. He ido más al cine en una semana que en todo el curso pasado, he bebido mucho y dormido poco, salgo de casa a deshoras para pasear por Cáceres con gente que no conozco. Tengo una vida muy rara, pero me gusta más que cuando vivía en el pueblo.

Estoy aprendiendo a hacer la compra, aún no he cocinado ni fregado la loza. Vivo de una manera un poco primitiva. Tampoco sé poner la lavadora y dudo si aprender y jugármela por si se me destiñe la ropa o visitar a mi madre esta semana.

Una vida tan descontrolada no puede traer nada bueno y este fin de semana he aprendido la lección. El viernes por la tarde me dio por salir de casa sin paraguas, como siempre he hecho, y también, como siempre, me he constipado. Tenía que coger un tren a Mérida por la noche, para grabar la inauguración de Emerita Lvdica, pero estaba indispuesta.

Tras una muy mala noche con un gran dolor de garganta, decidí ir el sábado por la mañana. Es de las pocas cosas responsables que he hecho esta semana. Sin embargo, creo que tenía que haberme quedado en la cama cuidándome y medicándome, eso sí que hubiera sido responsable.

Llegué a Mérida a las 09:40, con un poco de retraso. El viaje fue tranquilo, solo íbamos dos personas en el vagón. Estaba un poco nerviosa porque era la primera vez que cogía un tren sola y con la mala noche que había pasado, podía dormirme en cualquier momento y pasarme de estación.

Esa mañana tuve una gran experiencia como cámara, el tiempo había mejorado y Emerita Lvdica prometía. En la Alcazaba, los legionarios montaban su campamento militar romano y los alumnos del IES Albarregas junto con un grupo de chicos alemanes de Lilienthal que venían de intercambio, atendían las explicaciones.

Trabajar con niños es complicado, ante las cámaras se ponen nerviosos y no saben qué decir. Aunque lo más complicado fue convencerlos para que me contasen que hacían allí y porqué iban vestidos de romanos. Lo único que me quedó claro es que los bazares chinos tenían que estar contentos, ya fuera por vender los trajes, las telas o los complementos.

A partir de ese momento con los alumnos, que fue de lo mejor de mi fin de semana, empecé a empeorar y en cuestión de minutos pasaba de tiritar a sudar. A las 13 horas me fui al Templo de Diana a grabar las primeras visitas guiadas. Pero ya no me sostenía en pie y en cuanto tenía 5 minutos de descanso me sentaba en cualquier sitio alejado de ruidos, recostaba la cabeza y me quedaba dormida.

A las 16 horas me cuerpo dijo basta. Desde ese momento hasta el domingo por la mediodía, casi 24 horas, estuve en una habitación arropada con una manta hasta la cabeza, con fiebre y viendo películas para entretenerme.

Hoy empieza la semana y como si fuera a comenzar un año nuevo, tengo buenos propósitos. El primero, ir a comprarme un paraguas; el segundo, hacerme el horario de clase y empezar a cumplirlo mañana; y el tercero, no emborracharme entre semana. Espero que Cáceres no pueda conmigo, Mérida sí lo hizo.

Temas

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


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