Ayer fui al Eroski Center de Antonio Hurtado a hacer unas compras con una amiga. Íbamos hablando por la calle, mientras nos acercábamos al supermercado. De pronto, frente a nosotras, apareció un señor mayor, bajito, con barba de 3 o 4 días, que llevaba un sombrero de vaquero en la cabeza y una pistola de juguete en la mano. Muy al estilo Lucky Luke. Ante el desconcierto, sonreímos, queriendo darle a entender que nos parecía muy gracioso. Él se animó y soltó de golpe: “¡Os viá coméh a lah 2!”. Después dijo algo más, pero nos intimidó tanto que no lo entendimos, o no lo quisimos entender.
Esa misma tarde, contándole la anécdota a un amigo, descubrí que aquel vaquero era Eusebio El Batería. Había oído muchas historias sobre él, pero no me lo imaginaba así. En el instituto de Arroyo, tenía profesores a los que les encantaba contar anécdotas sobre los personajes de Cáceres. Pitoño siempre era el primero en aparecer, restregándose contra las farolas, como muchos alumnos recordaban haberlo visto alguna vez. También hablaban de uno que iba contando pasos, de otro que iba con una bici, otro que te decía la hora… pero yo nunca me había cruzado con alguno y eso hacía que sintiese que aún me faltaban cosas importantes de Cáceres por descubrir.
Tengo grabada en mi mente la imagen de Eusebio haciéndonos “pum, pum” con su pistola, piropeándonos con esa voz tan singular que tiene y caminando por el medio de la calle tan despreocupadamente. Después de un mes viviendo aquí, acostumbrándome a reconocer ya ciertas caras, tras encontrarme con Eusebio, siento que he conocido una leyenda viva de la historia de esta ciudad. Soy un poco más cacereña.