Contar un suceso o una anécdota tiene, como casi todo, sus pros y sus contras: unos te felicitan, otros te critican, los de allí se sienten ofendidos, los de más allá te aconsejan… Y asimilar todo ese proceso de alabanzas y réplicas a veces es complicado. En ciertas ocasiones, uno ve algo que no le gusta y no lo cuenta por miedo, por no tener problemas con una persona con la que no le interesa tenerlos. Por suerte o por desgracia, según se mire, a mí me cuesta controlarme. Si sufro u observo una acción que no me gusta, lo cuento, aunque después tenga que agachar la cabeza y aguantar las hostias que me vengan.
Dicen que el cementerio está lleno de valientes. A este paso, sin miedo a las consecuencias de mis actos, voy al nicho de cabeza. Este verano escribí una entrada de blog que en Arroyo y en twitter fue una revolución. Ahora que ha pasado el tiempo, unos cuatro meses, se puede analizar fríamente. Todo el pueblo estuvo dividido en dos por un carro de la compra. Unos decían que yo me había burlado de un pobre comerciante y otros me defendían creando el #Movimiento11A y alegando que yo simplemente había contado lo que había pasado aquella noche. Lo cierto, y lo que la mayoría de la gente no sabe, es la presión y la coacción que mis amigas y yo llegamos a sufrir, hasta el punto de que un guardia me aconsejó que denunciase la situación.
Siempre asumo las consecuencias de mis actos, pero a pesar de que me acusan de no dar la cara, yo alego que no es temor, simplemente no me gusta discutir. Sin embargo, no es la única vez que he criticado una actuación y he tenido que aguantar presión y enfados. Y todo eso hace que una poco a poco empiece a tener miedo, no solo por mí misma, sino también por mis allegados. En el pueblo, yo no escribo bajo mi responsabilidad, soy “hija de”, y algo que yo me tomo tan en serio como una entrada de blog, para algunas personas se soluciona “hablándolo con mi madre y pidiéndole que me castigue y entone un mea culpa”.
El otro día me dijeron que debajo de mis post aparece un mapa con mi dirección, desde donde los he subido. El tema me tiene un poco atemorizada, ya no por mi familia, en Cáceres vivo sola, sino porque supongo que si alguien quiere pedirme cuentas, ya no soy la “hija de” para pedirle a mi madre que me riña. Cualquiera puede tomarse la justicia por su mano. Espero no llegar un día mi portal y encontrarme unos sicarios.