Antes de conectarme a Internet, cuando ni siquiera tenía ordenador, el telediario me parecía un aburrimiento que ponía mi padre para no dejarme ver Los Simpsons, los periódicos en papel se me caían de las manos y se desperdigaban las hojas por el suelo y la radio era ese objeto tan antiguo que mi abuelo llevaba en el bolsillo superior de la camisa para escuchar el fútbol, mi único medio de información era el teletexto.
Recuerdo que llegaba de clase, dejaba la mochila y encendía la televisión deprisa. Y al igual que con los periódicos, que cada uno sabe qué información le va a convenir mejor dependiendo de la ideología que tenga, yo hacía lo mismo con el teletexto: siempre empezaba por el de La Sexta. Todo el tiempo que no empleaba en devorar libros, lo pasaba leyendo las noticias del teletexto, por muy surrealista que parezca. Empezaba por los deportes, con la crónica del partido del Real Madrid, viendo si se había lesionado algún jugador importante del Barça, si Javier Clemente volvía a liarla deseándole la muerte a Manolo Lama… y tras pasar por las noticias nacionales e internacionales, llegaba a las efemérides, donde fui a parar un día por ver qué significaba esa palabra tan rara.
Hace años que no entro en el teletexto para informarme, solo de vez en cuando le busco el número de la primitiva a mi madre, pero es por costumbre, me resulta más fácil que en Google. Ahora, con Twitter, ya no me hacen falta más medios, ni siquiera para las efemérides. Cada vez que veo un trending topic con el nombre de un artista o personaje público viejo, imagino que se ha muerto. En este último mes me ha pasado varias veces: con Tony Leblanc no dudé, con Miliki no sabía que había estado malo y pensé que sacaba para Navidades disco.
Hace un par de meses, me asusté al ver que Mariví Bilbao era trending topic. Ya me la estaba imaginando en la caja de madera, y con los buenos momentos que me había hecho pasar bebiendo chinchón y jugando a las cartas en “Aquí no hay quien viva”, me daba pena. Sin embargo, se me puso una sonrisa de oreja a oreja cuando vi que no había muerto, solo se jubilaba y dejaba “La que se avecina”. Pero a pesar de estas excepciones, que rompen la regla, no puedo evitar levantarme por la mañana temprano, coger el móvil, abrir Twitter y pensar: a ver quién se ha muerto hoy.