Hace unos años, que un chico o una chica te dijera que estabas delgada, era un halago, te hacía sentir bien, guapa, atractiva a los ojos de los demás. Sin embargo, nadie le dice en tono cariñoso a una persona a la que tiene aprecio: delgado, fino, esbelto, estilizado… que suenan bastante bien, sino que usamos esa palabra que a todos nos acompleja, sobre todo tras pasar unos días en casa con la comida de mamá. Hoy en día, adorar a una persona, tenerle cariño, se define como ser “tu gordi o tu gordo”.
Ya no se utiliza apenas la palabra cariño entre la gente joven, ni si quiera mi amor, cosa bonita, guapo, cielo… ni todas esas cursilerías que suenan más a telenovela mexicana. Ahora todos somos gordis y gordos, y nos sentimos orgullosos de ello.
Yo estoy totalmente en contra de esta moda, de este nuevo vocablo en el argot juvenil. Si un chico me dice gordi, aparte de cogerme un complejo terrible, de estar una semana sin comer, de matarme a hacer abdominales y sentadillas, de mirarme por todos los espejos de la casa y de ponerme ropa que me quede ajustada para ver cómo se me va cayendo poco a poco con la estricta dieta, no lo vuelvo a ver.