Hace casi un mes, el 4 de abril, el mismo día que me clavé un cristal en el culo tras tropezar con un vaso en las escaleras de la Madrila, horas antes había estado en el Gran Teatro viendo Fisterra, una obra de teatro interpretada por Eva Hache y Ángeles Martín.
Al igual que cuando voy a visitar museos, en el teatro no sé cuándo se puede fotografiar y cuándo no. Este fin de semana fui con mi hermano a enseñarle el Museo Helga de Alvear y dejé la mochila con la cámara dentro en consigna, creyendo que no podía tomar instantáneas. Al rato, cuando había visto un par de salas, me percaté de que había muchos turistas fotografiando, con el requisito de no utilizar el flash.
Aquella tarde-noche del 4 de abril, sentada en la fila siete del Gran Teatro, junto al pasillo, en el lado impar, me llamó la atención que, justo antes de comenzar la función, no se escuchase una voz exigiendo que apagásemos los teléfonos móviles y no fotografiásemos ni filmásemos durante la obra de teatro, por lo que llegué a la conclusión de que estaba permitido. Estuve totalmente segura en el momento en que varios móviles comenzaron a sonar aleatoriamente y varios obturadores de cámaras se hacían escuchar sin reparo.
Ayer por la tarde, mientras limpiaba las tarjetas de memoria de fotografías de este mes, aparecieron las instantáneas que tomé en el transcurso de la obra Fisterra. Hubo una que me gustó mucho y, como había hecho esa misma tarde con otra de un milano, también tomada hace tiempo, la subí a Instagram. ¿Quién me iba a decir a mí que eso me iba a llevar a mensajearme por privado en Twitter con Eva Hache?
Mis amigos suelen decirme que a veces, demasiadas tal vez, harto en Twitter con tanto hashtag del tipo: #pajarito #nido #ave #alas #Cáceres #Extremadura, y sé que tienen razón, pero tanto Twitter como Facebook me parecen potentes armas de difusión de las fotografías que subo a Instagram. La fotografía de Eva Hache y Ángeles Martín en el momento quizás más importante de la obra, lo que según estoy estudiando ahora en teatro creo que se llama anagnórisis, cuando se descubre la verdadera identidad de los personajes, es la que difundí.
Al minuto de esto, cuando iba a apagar el ordenador, me apareció un RT de la productora de Fisterra, entre otras obras de teatro, en la fotografía que acababa de subir. Me emocionó. A los dos minutos, me escribieron diciéndoles que les gustaba, y a los cinco, se habían borrado estas dos últimas acciones y me seguía Eva Hache en Twitter.
Sí, que Eva Hache me siguiese en Twitter era raro de narices. No entendía nada. Pero que de repente, en cuestión de segundos, me llegase un correo electrónico de Twitter diciéndome que Eva Hache me había escrito un mensaje directo, me parecía surrealista. Como si un hacker se estuviera mofando de mí en ese preciso momento.
Intercambiamos cinco o seis mensajes, todos de buen rollo. Ella me pedía que borrase la fotografía, me explicaba que estaba prohibido tomar instantáneas de las obras de teatro y yo, que he de reconocer que me acojoné un poco, le explicaba que no lo sabía, mientras eliminaba la imagen a la velocidad de un rayo. Al poco tiempo, Eva desaparecía de mi lista de seguidores, pero me dejaba con un subidón de adrenalina tremendo, alucinada, incrédula. Vamos, que nunca cometer un error me había dejado tan buen sabor de boca.