Hace meses, me hablaron de un lugar mágico, de un restaurante espacioso, bien organizado, donde podías comer todo lo que quisieses y repetir, donde tú mismo te podías servir y, superando a mis amados Woks, hasta la bebida se incluía en el precio. Aunque lo mejor de todo, lo que más me cautivó, fue el producto principal de sus platos: la pasta.
Desde ese día soñaba con ir y descubrir si era verdad todo lo que me habían contado, si no me estaban vendiendo gato por liebre, si eso de que te sirviesen una pizza de chocolate podía ser cierto. Hace unos días he descubierto que ese restaurante era tal y como yo lo hacía en mi imaginación, que no me estaban tomando el pelo y he probado esa pizza con la que llevaba soñando tanto tiempo.
Hasta ahora, siempre que iba a Badajoz, la mayoría de las veces terminaba comiendo un menú del día que me podía pasar horas buscando de sitio en sitio, porque mis gustos para comer son difíciles donde los haya; o bien podía ir a lo seguro, que era terminar en un Burguer King, un Kebab o un Telepizza. Eso ya se ha terminado. Desde que Primark, HyM y por supuesto, Muerde la pasta, están en El Faro, hacer compras y reponer fuerzas da gusto, aunque para mi dieta no sea recomendable.
Mi cara debía de ser un poema entre tanto plato, mis ojos debían de hablar por sí solos, pues no sabía ni por dónde empezar. Nunca había comido tantos tipos de ensalada en tan poco tiempo, con tantas variedades de salsas. Elegir entre raviolis, tortellinis y rissotos tan variados era difícil, yo quería probar todo lo que llevase queso. Y sin duda, el postre fue lo que más me sedujo. Nunca había comido gofres y profiteroles con tanto chocolate y tanta nata en mi vida. Menos mal que compré antes de comer el vestido para la comunión de mi hermano, si no, con el estómago tan lleno, no entro en mi talla y me cojo un trauma.