El año pasado por estas fechas, descubrí que existía el World Pádel Tour. Como por aquella época aún no valoraba el pádel porque no había jugado nunca, más que ilusionarme el torneo, me fijé en que la macro pista ocultaba la belleza de las plazas de las ciudades españolas donde se instalaba e impedía disfrutar y tener una concepción visual del entorno.
Supongo que ahora, a la mayoría de los turistas que vienen a Cáceres y visitan la Plaza Mayor, les sucede lo mismo, pues ver tanto hierro y tanta obra no es agradable. A mí, los primeros días me recordaban a cuando se remodeló la Plaza, pues parecía que en cualquier momentos iban a volver a abrir el suelo.
Hay noches que suelo bajar a sentarme en las escaleras, delante de la oficina de Turismo, cada vez con menos frecuencia, a pesar de lo bien que sienta y lo mucho que relaja. La pista de hielo que hubo estas Navidades tuvo culpa en parte, pues la enorme lona blanca afeaba las vistas y las grandes aglomeraciones de gente que había, convertían la Plaza Mayor en un lugar poco tranquilo para las personas a las que nos disgustan los excesivos decibelios.
Estos días, sin embargo, bajar a la plaza y ver cómo se va construyendo poco a poco la pista, ha sido mi mayor ilusión. Supongo que si hace un mes, en vez de aficionarme a jugar al pádel, me hubiera dado por aficionarme, por ejemplo, a la gastronomía, esa gran estructura metálica no me hubiera gustado y sí lo hubiera hecho una feria de tapas.