Anoche tocó salida. Después de haber tenido una resaca durísima hace unas semanas, vomitando hasta en ocho ocasiones, no me había vuelto a atrever a salir de fiesta. Me había prometido a mí misma eso de ‘no vuelvo a beber alcohol en mi vida’.
Era una noche tranquila, hacía incluso un poquitín de frío, en comparación con el bochorno al que hemos estado acostumbrados estos días. A las dos de la madrugada entré con una amiga en Bahía. Nos quedamos un poco sorprendidas al ver tan poca gente, se notaba que era aún temprano. Estábamos nosotras dos, un gran grupo de chicas y chicos, que tenían pinta de ser de algún cumpleaños, y varios grupitos pequeños sueltos por la barra.
Hubo un momento en el que mi amiga fue al servicio y yo me quedé sola cuidando de los bolsos y cubatas. Lo malo de los días en los que solo salimos dos, es que tenemos que ir de una en una al baño. Y como siempre que una se queda sola en estos tiempos, me puse a enredar con el móvil hasta que llegase para seguir bailando.
De repente, mientras jugaba con el móvil, dos chicos altos aparecieron tras de mí. Me intimidé un poco, venían en plan guardaespaldas, sacando músculo con los brazos doblados en el pecho. Sin presentarse, ni decir siquiera un simple ‘hola’ o ‘buenas noches’, me preguntaron: ‘¿Tienes novio?’
Llevaba mucho tiempo preparándome para entretenerme un poco cada vez que un tío me entrase, y sobre todo de esa manera tan simple. Con mis compañeras de clase cada vez que salía, teníamos unos nombres claves acordados, incluso con una vida, estudios, edad… inventadas. A mí me pusieron Pitita porque una noche, antes de salir, viendo Telecinco, apareció una señora con ese nombre, que nos hizo mucha gracia.
La verdad es que las preguntas del tipo ‘¿Tienes novio?’ o ‘¿Te quieres liar conmigo?’, me recuerdan a cuando tenía quince años. Será que yo soy más clásica en ese sentido y prefiero una buena conversación antes, aunque sea solo por ver si le huele la boca al tío al que supuestamente tienes que besar después. Lógicamente, les dije que tenía novio, por quitármelos de encima. También se me pasó por la cabeza darle un pico a mi amiga (todas las amigas lo hemos hecho alguna vez), por acojonarlos y que no se volviesen a acercar, al menos de esa manera.