Cuando digo que voy a ir de compras a Primark y lo pronuncio de manera inglesa, la gente de mi alrededor se me queda mirando con cara extraña, como diciendo: “¿De qué va la pedante esta?”. No soy de ese tipo de personas que va por la vida alardeando de buena pronunciación, hasta el punto que los programas informáticos que utilizo, por mucho que sepa cómo se nombran, intento decirlos como se leen en nuestro idioma, entre otras razones por miedo y vergüenza a que se ría de mí quien me oye.
Yo descubrí Primark en Londres. Era esa gran tienda que ocupaba la mitad del centro comercial que solíamos visitar en los ratos libres. Me alucinaron sus precios desde el primer día, hasta tal extremo de que creo que si no lo hubiese descubierto, hubiera aprovechado más el tiempo para hacer vida cultural. Allí, a pesar de que la mayoría de los dependientes eran españoles, nadie decía Primark de forma castellanizada, y aunque solo fuese de escuchar su pronunciación verdadera tantas veces, ahora no soy capaz de decirlo mal.
En este sentido, con Fnac me pasa lo mismo, pero a la inversa. Las personas que están acostumbradas a vivir en ciudades donde hay estas tiendas, suelen pronunciarlo de manera inglesa, pero yo, que voy muy de vez en cuando por alguno de Sevilla o Madrid, me siento pedante si lo pronuncio bien, al igual que me sentía estúpida diciendo ‘Breska’ cuando era la moda en el instituto pronunciarlo así. Y es que sabes que digas como lo digas, o dependiendo de con quién converses, si quieren reírse de ti, vas a ponérselo en bandeja. Luego dirán que los españoles no nos soltamos hablando en inglés. Una ya no sabe ni cuándo tiene que pronunciar mal o bien.