Whatsapp tiene muchas cosas buenas, entre ellas que puedes mandar todos los mensajes que quieras con fotos, vídeos o mensajes de voz por solo 0.89€ al año, pero hay una parte de esta aplicación, que al principio me parecía curiosa por el hecho de poder conversar con varias personas a la vez, pero que últimamente, sobre todo este verano, me tiene saturada. Cómo no, hablo de los grupos de Whatsapp.
Raro es el día que no enciendo el móvil y hay una conversación que ya lleva 200 mensajes y va en aumento. Si no los abro, al rato, se multiplican por cinco. Pero lo peor no es no poder intervenir en la conversación por sentirte fuera de juego, ni el hecho de tener que leer todos los mensajes (yo siempre pido que alguien me haga un resumen si el tema me interesa), lo peor de todo es que el móvil no deja de sonar, iluminarse y notificarte que a alguien le ha dado por aportar nueva información, y cómo no, muchas veces te jode la siesta.
En ciertas ocasiones me planteo abandonar algún que otro grupo, principalmente esos en los que se nota que la gente está aburrida y habla por hablar. Este verano en ese sentido ha sido criminal, se ha notado mucho el paro juvenil, el no saber qué hacer. Pero abandonar un grupo de Whatsapp no es fácil, principalmente porque le aparece al resto de usuarios la notificación de que lo has dejado y a nadie nos gusta quedar mal con nuestros amigos.
Hasta ahora, normalmente lo que solía hacer era tener el móvil en silencio, pero ya he optado directamente por silenciar el Whatsapp por miedo a no coger alguna llamada importante. No me entero cuando alguien me escribe, pero entre las cuatro y las seis de la tarde, mi móvil se estampa menos contra el suelo. Los mensajes que me llegan, se habrán multiplicado hasta por diez cuando me levante de siesta, pero sin escuchar el pitido de la notificación y muy al estilo Bart Simpsons, por mí como si se multiplican por cero.