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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

Bolonia: menos profundizar y atarearse más

Hace unos años, cuando empezaron a realizarse las primeras manifestaciones y huelgas contra el Plan Bolonia, una chica de primero de Bachillerato, ajena a todo lo que era el mundo de la universidad (eso de los créditos le sonaba más a cosa de bancos), tenía un papel ante sus ojos que debía rellenar con las causas por las que su clase decidía ir a la huelga.

Esa chica era yo, la delegada de clase, la que iba a recoger las tizas cada mañana a reprografía, la que se encargaba de hacer las fotocopias,  la que intentaba controlar que todo estuviese en orden. Sí, también era la que utilizaba el ‘cargo’ como excusa para escaparse de vez en cuando de alguna clase. Ya apuntaba maneras por entonces.

Como no tenía ni idea de lo que era aquello del Plan Bolonia, me tocaba preguntarle a los profesores, no por interés personal, pues nunca creí que terminaría estudiando en la universidad, sino por rellenar aquel papel que me llevaba por el camino de la amargura con las razones por las que íbamos a la huelga. Si realmente hubiera tenido que decir las verdaderas causas, con un ‘queremos faltar un día a clase, o los que sean’, hubiese quedado todo claro, pero no, hacía falta poner algo solvente.

Nunca entendí, tras escuchar las razones por las que nos oponíamos a Bolonia (Polonia lo llamamos algún tiempo), por qué éramos contrarios a ese plan. La verdad es que yo creo que ni los que nos lo explicaban lo entendían. Pero ahora, cinco años después, viviéndolo en primera persona, comprendo que nos alentaran a oponernos a él.

Lo que menos me gusta del Plan Bolonia es que, al obligarte a asistir a clases, no te permite trabajar, y eso, en época de crisis, donde la mayoría de los universitarios intentan alternar estudios y trabajo para poder sobrevivir, es contraproducente. Hace unos días, yendo en el autobús de camino a la facultad, escuché a un chico comentarle a otro que este año para poder pagarse algunas asignaturas de la matrícula, iba a empezar a dar clases particulares a niños de secundaria por la tarde, porque al haber estado trabajando otros años por la mañana y asistir poco a clase, por falta de asistencia y por no enterarse de cuando tenía que entregar tareas, no le aprobaban.

Y es que esto de pertenecer a Bolonia y querer tener tiempo libre para ocuparlo en otras cosas, no es viable, como tampoco lo es saber un poco de todo y no ser expertos en nada. De hecho, lo veo el mayor error de Bolonia: asignaturas que antes se daban en un curso completo y que ahora se dan en un semestre, profundizando menos, dando el temario de manera más reducida, en algunos puntos pasando simplemente por encima, sin pararnos a estudiarlos más detenida y detalladamente.

¡Ay!, si esa muchachina de primero de Bachillerato hubiera podido rellenar las causas por las que se oponía a Bolonia ahora…

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


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