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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

Mi momento punky

Que se me va mucho la pinza, quien me conoce personalmente lo sabe, y quien no, a estas alturas de leer mi blog, debe imaginárselo. Cuando me pasa por la cabeza alguna idea ‘brillante’, solo espero no tener a alguien al lado que me siga el ritmo, porque entonces soy imparable, y aunque sepa que voy a cometer alguna tontería que va a acarrearme problemas y en este caso, dolores de cabeza literales, no hay manera de ponerme freno.

Hace unos años, en carnavales, harta de comprar tanto vestido poco original y que siempre quedan chicos, a pesar de que ponga que son tallas únicas, decidí crearme mi propio disfraz. Como pasaba de tener a mi madre cosiendo y yo no sé ni siquiera enhebrar una aguja, pensé que en vez de basar mi look en el atuendo, lo centraría en mi cabeza. Compré botes de gomina, espuma y laca, además de un spray rojo, que me volví loca buscando esa misma tarde por Fuente del Maestre como si se me fuera la vida en ello.

Ese viernes, noche de Carnaval, reconozco que triunfé. La gente se quedaba alucinada cuando veía mi cresta roja del tamaño de mis brazos subidos hacia arriba. Cuando estuve haciéndomela, cosa que me llevó dos horas de secador al rojo vivo, se me cansaban de tenerlos levantados apurando hasta el último centímetro de pelo. La verdad es que quedó guay, pero cómo no, la parte negativa de ir tan original e inédita no podía faltar.

Llegué a casa a las siete de la mañana, borracha, tiritando del frío que hacía y, aunque habían pasado ya muchas horas, mi pelo seguía tieso. Lo que el cuerpo me pedía era meterme directamente en la cama, pero mi madre ya me había dicho por la noche que no me acostase sin pasar por la ducha. Como tenía frío, llené la bañera de agua calentita, con tan mala suerte que, al meterme, me quedé dormida. Amanecí a las diez de la mañana, amollecida, con el agua fría y roja como si me hubiera estado desangrando, que fíjate tú el susto que se hubiera pegado alguien si hubiese entrado, y con el pelo hecho un nudo. Entonces, me costó un gran constipado y tantos tirones de cepillo el conseguir desenredármelo, que me prometí a mi misma no volver a cometer una tontería de ese tipo.

Pues bien, el sábado me emocioné tanto con el Horteralia, que rompí mi promesa. Tuve la suerte de no encontrar unos calzoncillos de Bob Esponja en ninguna tienda, porque la idea ‘brillante’ de esta ocasión, que se debatía el último día en mi cabeza, era salir con ellos puestos, hablando llanamente, a pelo. Entonces, quise retomar aquella cresta que me había hecho hacía unos años, pero con el pelo tres veces más largo y voluminoso. Misión imposible. La Torre Eiffel triangular que tenía en mente se difuminaba al no pasar de ser una Torre de Pisa incapaz de enderezarse. Después de haber usado ya grandes dosis de fijadores, decidí con dos coleteros, hacerme una especie de plátano en la cabeza. El resultado puede juzgarse en las fotos. La verdad es que estaba muy contenta, me parecía original, y al salir a la calle, comprobé que llamativo, al menos, era. Los coches no dejaban de pitarme y las vecinas no podían evitar reírse al pasar a mi lado. Pero cuando iba de camino al Multiusos, empezó a llover y se me cayó todo el chiringuito que dos largas horas me había costado elevar.

Al final, tuvieron que hacerme un apaño cardándomelo y aprovechando los kilos de laca que llevaba encima. Pasé de tener un plátano en la cabeza a parecer la yonqui madre del Mecos de la serie Aída. Saliendo de comer del Cien montaditos, unas chicas me calificaron como incalificable. Volví a triunfar como hacía años triunfé con aquella cresta roja original en carnavales, pero los dolores de cabeza que tuve ayer para conseguir, tras lavarme tres veces el pelo y echarme varios acondicionadores y suavizantes en la cabeza, desenredármelo, creo que fueron el detonante para que la próxima vez no me atreva a volver a liarme semejantes nudos en el pelo por abusar de los fijadores. Ir original, si es con dolor de cabeza, no mola.

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


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