La Raya fronteriza que divide Extremadura y el Alentejo es un concepto muy abstracto, tanto que una no sabe realmente cuándo la ha cruzado. El otro día, cuando volvíamos de Montemor o Novo, pasando por Évora y viendo Elvas a lo lejos y la parte extremeña de Badajoz, todos los españoles del intercambio cultural trasfronterizo estábamos expectantes por una sencilla razón: volver a activar la tarifa de itinerancia de datos para sentirnos en contacto con este mundo virtual del que cada día somos más dependientes, de ese que lidera WhatsApp.
La mayoría veníamos dormidos durante el trayecto, agotados de la jornada tan intensa que habíamos tenido en el río el día anterior en Montemor exponiendo los proyectos de vídeo arte que durante toda la semana habíamos estado preparando, relacionando los conceptos ser de pueblo y ser europeo. Abrimos todos los ojos más o menos a la par, cuando alguien avisó que ya se veía El Faro. Sí, ya estábamos en Extremadura, en parte española. Pero no lo decían así nuestros móviles, que aún seguían con el roaming, avisándonos de que no nos confiásemos porque en cualquier momento nos la clavarían doblada.
Pasábamos El Faro, hacíamos parada en una gasolinera, y algunos ya empezábamos a tener itinerancia de datos española mientras otros seguían con el roaming, como si siguieran al otro lado de la frontera. Creo que hasta que no pasamos Badajoz y nos pusimos en camino hacia Villafranca de los Barros, no estuvimos seguros de estar utilizando el móvil con red española. Y yo me pregunto por qué si estamos tan avanzados en aplicaciones móviles, si ya las compañías nos regalan llamadas y sms dentro de nuestro país y nos ponen tarifas de datos asimilables para poder adaptarnos a las circunstancias del mundo en que vivimos, lo que se han convertido en ya necesidades básicas, por qué no crean una tarifa de datos europea, que valga tanto para alguien que sea de Montemor, como para alguien que sea de Badajoz, o alguien que viva en una ciudad o pueblo de Bruselas, por ejemplo.
Tal vez, para sentirnos europeos, no deberíamos tener fronteras comunicativas y económicas de este tipo, que nos hacen más nacionalistas y menos ciudadanos del mundo.