No, este post no trata de ‘guarrindongadas’, no tiene nada que ver con las combinaciones de alimentos que hacen y degustan Robin Food y Berto Chicote en el programa de Buenafuente. A día de hoy, aún no se me ha pasado por la cabeza untar aceite con manzanilla en una rebanada de pan, o mucho peor, en una magdalena, aunque quién sabe, tal vez podría funcionar y ser un desayuno agradable. Cosas peores he mezclado esos días que la nevera está vacía y no la rellenas porque vas a pasar unos días fuera.
El tema de combinar aceite y manzanilla se debe a un tema capilar. Me han recomendado mezclar estos dos productos cada vez que vaya a lavarme el pelo como un truco casero para que se me aclare. También me han recomendado echar limón, pero con la gran cantidad de cabello que tengo, tendría que utilizar el exprimidor, y en estos temas de estética, suelo basarme en la ley del mínimo esfuerzo.
Desde que vivo en Cáceres, no he pisado una peluquería. Cuando estaba en el pueblo, mi madre me controlaba estos temas, ella era quien me escogía peluquera, quien me tramitaba la cita e, incluso, quien me llevaba en coche si hacía falta para que me arreglase la melena. Sin embargo, aquí ‘solita’ ni me acuerdo, hasta que llega la foto de la orla, hablo por teléfono con ella y lo primero que me dice es que me dé unas mechas.
Ahora mismo tengo el pelo casi más tirando a castaño que a rubio. En parte se debe a que este verano no he ido a la playa. No sé cuál será la razón científica, pero siempre que me baño en el mar y tomo el sol, el pelo se me aclara como si fuese una alemana o una polaca. Debe de ser por eso que las gitanas cuando van a venderme romero nunca me hablan en español. El caso es que como este año lo tengo tan oscuro, si me hubiera dado unas mechas para la orla, podría haber terminado pareciendo una cebra con colores de jirafa. Vamos, que si se me ve poco el pelo por clase, y nunca mejor dicho, si hubiera pegado semejante cambio de look, habría parecido que se había colado la imagen de una chica de otra carrera.
Y cuento todo esto porque desde que embadurno con semejante mejunje mis cabellos, voy por la calle con la sensación de que huelo a una especie de mezcla entre infusión y almazara, a pesar de que me echo mucho champú varias veces después para enjuagar. Espero que el invento me funcione, no me apetece tener que darme tinte en el pelo, que se nota mucho, y escuchar cada dos por tres la típica frase que te suelen soltar: ‘¡Rubia de bote, c… morenote!’.