Desde que me decidí a probar el Candy Crush después de haber recibido miles de peticiones vía Facebook, de haberlo visto anunciado en televisión y de que coronase la cima de mi Play Store semanas consecutivas, tengo un problema con su musiquita: me siento como esos ludópatas que entran en un bar y, al sentir la sintonía de las maquinas tragaperras, no pueden evitar engancharse a ellas, con la diferencia de que ellos sueñan por la noche con limones, sandías, piñas, cerezas… y yo con caramelos de colores.
Si estoy viendo la televisión y aparece el anuncio de Candy Crush, como por instinto, como ese fumador compulsivo que se lleva el cigarrillo a la boca, saco el móvil y me pongo a jugar, sin ser consciente de lo que estoy haciendo. Si voy por la calle y escucho esa voz masculina que repite una y otra vez con un tono meloso “¡Sweet!”, “¡Delicious!”, o “¡Divine!”, rápidamente busco con la mirada de dónde viene ese sonido, a la vez que por impulso estoy sacando mi móvil para echar una partida.
El colmo ha sido cuando por primera vez, para pasar de nivel, el juego me pedía tres lingotes de oro y yo solo tenía dos en mi poder. ¡Qué angustia me ha entrado! Casi más que cuando me queda un solo cuadrado de gelatina para pasarme la partida y me he quedado sin movimientos. Facebook me daba la opción de pagar con dinero verdadero para comprar los lingotes que necesitase. También tenía otra opción: pedir ayuda a mis amistades. Con la de veces que me habré quejado porque me manden peticiones de ayuda para juegos… y ahora voy y me sumo al carro.
Tal vez deberíamos empezar a preocuparnos de la ludopatía que pueden llegar a generar estos juegos online. De hecho, ya tienen iguales, e incluso, peores condiciones que las máquinas tragaperras: música con una voz muy melosa e insinuante, muchas luces y colores, se puede llegar a invertir dinero de verdad, y lo peor, que en estos juegos nunca te van a salir monedas por debajo del ordenador, del móvil ni de la tablet. Al menos, en las tragaperras, si te sobra algo suelto al final de una noche de borrachera, si tienes suerte y está caliente la máquina, te da para un par de copas más.