Si hay algo mejor para una noche de sábado que terminar la borrachera, o pelfa, como la he escuchado llamar últimamente, la madrugada del día siguiente con esas medias, que tanto te han estado oprimiendo el estómago, por los suelos y teniendo un orgasmo (hablando claro)… Ese algo mejor es poder volver a casa caminando tranquilamente con manoletinas o sandalias, es decir, en planos.
Hay noches en las que una se plantea si salir con bolso grande o pequeño. Normalmente, lo que decanta la balanza por uno u otro es si vas a llevar o no zapatos de tacón en ese bolso para ponértelos luego en las discotecas y hacer los trayectos entre unas y otras sin hacerte daño en los pies, sobre todo, si vas por las aceras, que con las formitas que tienen con relieve es fácil dar un traspié. Igual sucede con las rejas de las alcantarillas, que no sería la primera vez que veo a una chica encajar un tacón y terminar raspándose las rodillas en el suelo. Si a eso le sumamos que algunas ya de por sí con tacones parecemos patos mareados, con alcohol, deberían prohibirnos utilizarlos para que nuestra salud física no corriera peligro.
Los primeras veces que salí de noche y de fiesta con tacones, por el pueblo, lo que estaba de moda era llevar en el bolso unas tiritas, tanto para el talón como para los dedos, unas plantillas y un poco de algodón. Llevábamos todo ese botiquín tanto para aliviar el dolor de los zapatos esa misma noche como pensando en las secuelas que se manifestarían al día siguiente. Poco después, las chicas empezamos a meternos en el bolso calcetines viejos para ponérnoslos en el camino de vuelta a casa e ir cómodas, pero también para ensuciarlos, volverlos de color negro y tirarlos a la basura. Ahora, lo sorprendente no es solo que las chicas llevemos los tacones en el bolso, sino que hay algunas que incluso los llevan en una bolsa de plástico para luego calzárselos al entrar en la discoteca.
Parecerá una tontería, pero volver a casa despacito, pisando firme, sin que la media te resbale en el zapato al desplazarte y, además, tener los pies al día siguiente en casi perfecto estado es un placer, tanto o más que a esas mismas horas de la madrugada tener un orgasmo o evacuar orina en la calle cuando no te aguantas más.