Cada vez que hay un acontecimiento interesante y divertido los fines de semana me pongo triste. Es una pena no poder grabar un sábado porque no podría salir en Cáceres Insólita hasta el siguiente sábado. Ya nos sucedió en el Extrepride, que de los tres días, solo pudimos grabar el jueves, el que menos gente y ambiente había.
Este domingo era un día para hacer un gran Cáceres Insólita. La ciudad tenía muy buen ambiente, la gente estaba contenta. Yo llevaba la cámara pequeña, la que utilizábamos antes para grabar. Iba muy española, con una bufanda en forma de cinturón y una camiseta roja. Alonso en cambio, iba más de señor serio con su camisa blanca y sus vaqueros. Yo quería pintarme la cara de rojo, amarillo y morado, en plan provocador, y él no me dejaba.
Cuando llegamos a los bares, todos los asientos estaban ocupados. De repente, encontrábamos uno en Manómetro y cuando íbamos a sentarnos, veíamos encima de la mesa un cartel de reservado. No era nuestro día. Caminábamos hacia la plaza, desesperados, y el partido comenzaba. Yo quería hacer un pequeño vídeo para el blog, en plan Cáceres Insólita, pero no me hacían caso.
Subimos de nuevo a Cánovas, y pasando a la altura de la fuente luminosa, escuchamos a la gente celebrar el primer gol. Discutimos, nos echamos la culpa, corrimos a ver la repetición. Yo seguía con la cámara en la mano, queriendo hacer una grabación fallida cada vez más lejana. No discutíamos por pisar el micro, ni por no tener iluminación, esos problemas ya los estábamos superando.
En el medio de Cánovas había una pantalla muy grande. Yo me senté en un bordillo debajo de un árbol y él estuvo de pie en la otra punta. Al final, cogimos el mejor sitio, con unas sillas altas y sin cabezas que nos molestaran. Hasta conseguí ponerle mi bufanda en la cabeza.
Yo era la primera vez que quería que ganase España desde que Raúl, mi ídolo futbolístico, no va a la selección. Suena raro, pero la anterior Eurocopa y el Mundial, los pasé en casa sin celebrarlos. Estando en son de paz, Alonso y yo habíamos decidido grabar el pequeño vídeo tras acabar el partido, a la hora de celebrarlo.
El árbitro pitó el final. Todo el mundo aplaudió, silbó, cantó… Cáceres era una fiesta. Los coches llevaban banderas de España y animaban la ciudad. Nosotros seguíamos la caravana. Todos llevábamos un destino fijo: el parque del Rodeo.
Unos chicos jovencitos animaban a tocar el claxon a todo el que iba en coche. Cuando pasamos por donde estaban ellos, uno le dijo a Alonso: ¡A dónde va usted, abuelo! A partir de ahí, se estropeó mi proyecto de realizar un vídeo. Alonso nunca había ido al parque del Rodeo a celebrar un título. Pensaba que solo había gente joven y se creía ridículo.
Yo quería bañarme en la fuente. Y le vacilaba con mojarlo y tirarlo al agua. Él, como buen hipocondríaco, me decía que no quería pasarse todas las vacaciones de verano constipado, y alegaba que era un abuelo, frase que ya me estuvo repitiendo toda la noche. A mí me cortó el rollo de tal manera que se me quitaron las ganas de agua y de grabar y me tiré en la hierba hasta que se le pasara la histeria.
Ya he aprendido la lección, nada de innovaciones ni de intentar grabar los fines de semana. Al final, acabamos recordando que España había ganado gracias a que fuimos a celebrarlo al McDonald’s, donde había casi más gente que en el Rodeo festejando la victoria.