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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

Wraps: el tamaño no importa

Desde que mis colegas me dijeron que tomar una ensalada en el Burger King era como entrar a pedir un beso a un puticlub, he de reconocer que, aunque sé que es de los productos que menos calorías tiene en este tipo de establecimientos, me da corte pedirlas.

No hace mucho que conseguí quitarme de la cabeza el mito de que cuanto más grande es un alimento o más cantidad tiene una comida, más engorda. Antes iba por los supermercados fijándome más en que los productos que comprase fueran pequeños que en las kilocalorías marcadas en la etiqueta. También es cierto que siempre he malcomido y que suelo comprar alimentos que catalogo basándome en ese famoso eslogan de unos snacks llamados Bits: “De la bolsa a tu boca”. Y eso que al menos ahora ya hago las tortillas francesas en la sartén, con aceite, que hace año y medio, cuando me vine a vivir por primera vez sola, todo dios se descojonaba de mí cada vez que contaba cómo me las hacía como quien hace un bizcocho, en el microondas. Eso sí, para vagos y gente a la que le dé miedo el fuego y cocine como yo, a lo “Quijote”, usando de escudo la tapa de la sartén y el cucharón como arma defensora, sigo recomendándolas.

Y todo esto viene a que estoy indignada y cabreada conmigo misma por un ‘error’ que he cometido en este tema de las calorías, que para cualquier persona puede ser normal, pero para los que estamos obsesionados con, no ya adelgazar, sino al menos no engordar porque somos de estructura corporal fuerte, es grave. Desde hace cosa de dos meses, más o menos, salieron en Burger King unos wraps de pollo, de tamaño bastante aceptable, que daban la sensación de ser sanos: con su tomate, su lechuguita, su queso y su pechuga de pollo, eso sí, rebozada. Desde que los descubrí, no he vuelto a pedir una ensalada y, por lo tanto, a sentirme como quien entra a pedir un beso en un puticlub, sin embargo, sí que he notado que, aunque eran bastante más pequeños que una hamburguesa, me quedaba más que saciada y la ropa, tras varios días comiendo wraps por no querer cocinar, sobre todo en época de exámenes, me apretaba.

Hace unos días, viendo la tabla de valores calóricos de cada producto del Burger King, descubrí que he vuelto a cometer el mismo error que antes comprando alimentos pequeños, que engordaban más que muchos de mayor tamaño. Si una ensalada de pollo a la parrilla suele estar por debajo de las 200 calorías y una de pollo crujiente un poco por encima de esta misma cifra, lo de los wraps, que no abultan ni la mitad, suena a mal chiste: ¡más de 500 calorías!, compitiendo casi con afamadas hamburguesas. Con esto, voy comenzando a darme cuenta de que, en varios aspectos, va a terminar siendo cierto el tópico de que ‘el tamaño no importa’. Y aun así, me cuesta entender cómo una ‘cosa’ tan chica puede engordar tanto.

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


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