Desde mi punto de vista no entiendo uno sin el otro. Es evidente que el deporte profesional se nutre de aquellos que se iniciaron en la base a edades tempranas y que por su actitud y aptitud destacaron y se abrieron camino en ese mundo tan competitivo. Así, en el modelo piramidal que suele reflejar cualquier deporte en nuestro país la base comprendería el deporte de promoción, practicado de manera masiva entre las edades de 5-12 años, coincidiendo con la edad escolar. El siguiente escalón lo compondrían edades entre 13-18 años (que con la etapa de entrada en la pubertad suele desembocar en la falta de interés ante la continuidad de la práctica deportiva). El siguiente escalón superior lo ocuparía un rango entre 19-23 años (estudios universitarios y/o trabajo hará que algunos desistan en su carrera deportiva desperdiciándose algunos talentos deportivos). El último escalón, de edades superiores a 23 años, sólo será asequible para aquellos atletas con éxitos reconocidos a sus espaldas que apostando por su futuro deportivo dejan de lado temporalmente el ámbito laboral para centrarse en sus objetivos deportivos. La lectura de este modelo indica que a medida que la población va pasando a edades adultas, paulatinamente abandona la práctica competida de alto nivel. Por eso aunque la actualidad más inmediata nos informa de que cada vez más personas de edades superiores a 30 años empiezan a practicar deportes de fondo como maratón o triatlones, nada tiene que ver el deporte de amateur con el deporte de alto rendimiento al que me refiero donde los resultados son los que garantizarían la supervivencia del atleta profesional. Los deportistas de la cúspide de la pirámide, con todo su aprendizaje adquirido por el bagaje de los años y experiencia empiezan a encontrar dificultades en los apoyos financieros garantizados hasta ahora por un sistema que les ha ido apoyando, en especial en la fase de jóvenes promesas pero cuando dicho atleta llega a su madurez, el trabajo duro debe reforzarse no sólo en el terreno físico sino en la búsqueda de recursos propios para garantizarse su supervivencia, ya que una única institución no puede abarcar todas las necesidades que requiere el atleta para mantenerse en la alta competición.