El punto azul es nuestro barco
Esta nueva entrada más bien debería llamarse “Un Extremeño en el Atlántico …” en vez de como se llama este blog, pero todo absolutamente todo tiene relación.
Tal día como hoy, cruzábamos la línea imaginaria de una gigantesca superficie de agua de más de 1,1 millones de kilómetros cuadrados llamado Triángulo de las Bermudas, dejándolo atrás, en nuestra travesía en barco velero, de regreso de la República Dominicana hasta Europa.
Ese día salíamos de su misteriosa influencia, pero no nos alejábamos del peligro, ya que cruzar el Océano Atlántico en autonomía y sin ayuda exterior, estaría lleno de amenazas.
Tiempo atrás, había leído y visto algún documental cargado de dramatismo acerca de su terrible fama con extraños sucesos, al parecer capaz de engullir desde pequeños esquifes a grandes navíos, incluso aviones mientras lo sobrevolaban, alimentando su leyenda. Aunque escéptico de tanta tinta que se ha derramado del mito, el estar allí y poderlo comprobar en carne y hueso era un poquillo más diferente.
Poco a poco los vientos alisios nos fueron empujando hacia el interior del triángulo, viviendo en sus tempestuosas aguas durante 7 días, navegando siempre rumbo al Norte en una agotadora y constante ceñida (navegando en contra del viento con el barco escorado).
Durante las primeras guardias nocturnas me invadían imágenes de aquellos sucesos acaecidos en ese lugar, sugestionándose aún más en medio de la oscuridad. Y por qué no decir también, que al estar tan cerca del agua, con solo movernos un poco de nuestro “seguro asiento” y alargar el brazo, podíamos sentir el peligro.
Al experimentar situaciones tan diferentes en nuestra confortable vida, como estar en medio de aquellas noches solo, mientras mis compañeros descansaban, fue la reafirmación de mis ansias por aprender y vivir tantas cosas que de joven había leído y soñado. Pudimos observar mi querida constelación llamada Cruz del Sur, dejándola atrás por la estela del barco muy cerquita de la línea del horizonte, compartiendo la esfera celeste con las constelaciones del hemisferio Norte. Mientras fijaba con la mirada la estrella Mizar de la constelación de la Osa Mayor en la cruceta superior del lado de estribor del mástil para corroborar el rumbo, y así desconectar el piloto automático para que no se desvanecieran las baterías, y a su vez, yo podría mitigar mis fuertes mareos mirando a un punto fijo, que aún sufriéndolos no me quitarían la sonrisa.
He decir que, aunque soy un novato en la navegación de alta mar y no me asusto fácilmente, ver de noche unos extraños colores azules y verdes fluorescentes no dejaron de inquietarme y despertar a Manu, el Capitán, quien primero soltó una carcajada a mi costa como pequeña venganza por levantarlo para tal cosa… y a continuación explicarme qué eran esas luminiscencias, que al batir el agua en el casco del barco en su movimiento generaba la extraña luz. Como me explicó, procedía de un tipo de organismo de la familia del fitoplancton que producían luz alrededor de las embarcaciones y en el agua movida de la estela.
baño refrescante cruzando la profunda fosa abisal de Bermudas. ¿¡que levante la mano quien lo ha hecho!? jejeje
Aunque este famoso espacio se encuentra muy al Sur del Ártico, entre las islas Bermudas, la península de Florida y puerto Rico, el combustible que hace moverme a estas aventuras es el que se me activó en mi primera navegación en solitario por los fiordos llenos de icebergs de Groenlandia.
BITÁCORA: latitud 24º 29′ N Longitud 63º 16,2′ W Rumbo 045º
Día 11 de Abril de 2016 octavo día de travesía, cambiamos el rumbo. Cada vez más hacia el nacimiento del Sol, dejábamos atrás el Triangulo de las Bermudas y sus leyendas, que en muchos casos fueron más literarias que reales o quien sabe, al final lo pudimos contar contemplando un nuevo y precioso amanecer en medio del océano.
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