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José Trejo

Un extremeño en el Ártico

Encuentro con las grandes olas

la cosa se pone dificil/

Para navegar sobre estas latitudes los vientos de poniente pasaban a gran altura, por ello, la única manera de tener empuje era aproximarse a la zona de inestabilidades o el llamado frente polar Atlántico. Una zona que en los meses de abril se encontraba entre los paralelos  30º y 40º Norte.

Nuestra posición en el océano

Al no haber alisios (brisas del NE portantes y estables de hasta 14 nudos de velocidad), tendríamos que ayudarnos por los vientos de las “colas” de las tormentas, además con un nuevo elemento, las grandes olas del Atlántico Norte. En el nuevo rumbo hacia las islas Azores nos ayudaríamos de la energía del mar de fondo, provocado por el viento de las lejanas tormentas tropicales en su desplazamiento a las zonas frías de la Tierra.

Surfeando las olas

Semanas antes de iniciar la singladura, Manu me explicó detenidamente los detalles técnicos de la navegación, además de los recursos de la naturaleza que nos ayudaría para llevarla a cabo, estos serían; tipos de vientos que nos afectarían, corrientes marinas y las olas. Estas últimas no serían precisamente pequeñas, como más tarde pudimos comprobar.

Llegaba el momento de utilizar el último recurso para navegar, no sin antes preparar el barco para las violentas sacudidas (empopadas) que nos producirían. La misión de la tripulación ahora, era la de asegurar todo aquello en el interior y el exterior que fuera susceptible a caerse de su sitio o ser lanzado por la nave en sus enérgicos movimientos, como menaje de cocina, aparatos mal afianzados o amarrados o cualquier cosa que nos pudiera golpear, cortar, clavar y perder durante el tiempo que durase la mar de leva o mar de fondo. Manu nos afirmó que duraría algunos días este nuevo efecto de la mar. Esta fuerza de la naturaleza era difícil de controlar incluso para los expertos timoneles.

Cada vez estamos más cerca de la goleta, alcanzando 9 nudos de velocidad

El barco surfeaba empujado por las olas desde atrás, dando continuos y rápidos latigazos de lado, orzando (derrapando) mientras se deslizaba entre las grandes rampas de agua.

Seguíamos al gran velero, como si fuera una regata, motivados por los vientos de popa y el empuje del mar de fondo, trimamos las velas como un equipo, cada uno agarrado a un cabo, manivela del winche o al timón, decidimos que no nos dejaría atrás. Toda la tarde transcurrió así, llegando la sorprendente velocidad de 9 nudos, Manu gritaba;

-dale una vuelta más a la maquinilla (winche) para templar (tensar) el cabo de la escota de la mayor !más rápido!

al rato decía,

-!Preparados para largar la escota de la génova! !vamos a dar un bordo! !atención con la botavara! 

Acto seguido daba un golpe de timón, la emoción se apoderaba de nosotros, manteníamos una gran velocidad que lentamente nos iba acercando al Gulden Leeuw.

-Ahora vamos de empopada, vamos a poner las velas “de oreja de burro” ( las dos velas contra el viento) ordenaba el Capi. Así aprovecharíamos toda la fuerza inagotable del Dios Eolo y las olas que poco a poco iban creciendo.

Tras horas aprovechando la energía de la mar, al fin le cogimos la delantera a la gran goleta, ya de noche, nos pasó dando un bordo por nuestra popa haciendo señales luminosas a su paso.

Durante tres días navegamos junto a esta magnífica goleta de los años 30 llamada Gulden Leeuw. En lo alto se pueden ver enormes cumulonimbos (nubes tormentosas) que iluminarán el cielo nocturno con sus relámpagos aquellas noches.

 

Después de 17 días en alta mar, las olas comenzaban a empujarnos en la buena dirección y con cada cambio de escora yo volvía a sufrir grandes mareos debido a la agitada agua y a la nueva inclinación del barco, esa noche tuve que tomarme ración doble de biodramina para mitigar la “borrachera” mientras rodaba bajo la cubierta por los bandazos de la empopada.

Bajé al camarote de popa para asegurarlo y evitar el lanzamiento de objetos en la estancia, y nunca pensé que yo será uno de aquellos “objetos” lanzados de una banda a otra. En un momento de despiste, un repentino bandazo me lanzó de un extremo al otro, estrellando mi cabeza de forma incontrolada contra el casco de la embarcación, el golpetazo me acabó de agravar el mareo dejándome unos segundos sin sentido, al volver en si me encontraba embutido entre el colchón y una cuaderna con un par de mochilas encima, el golpe fue tan duro que me provocó un gran hematoma e inflamación cerca de la nuca. Conseguí empotrar mi cuerpo entre un costado del casco y un cajón bloqueando con las piernas hasta caer en un sueño profundo. Perdí la noción del tiempo y cuando desperté tuve que hacer un verdadero esfuerzo de voluntad, para levantar la cabeza ya que cada vez que trataba de ponerme en pie volvían los terroríficos mareos, Elena había venido de su guardia y dormía también embutida contra un mueble y un bolso para no salir despedida. Las jarcias rechinaban más de lo normal, el mástil vibraba y la embarcación clavaba la proa contra las olas.

Cuando fui capaz de incorporarme, salí para tomar la fresca brisa y reanimarme, bajo la escalera había agua de mar, a un lado estaba Manu apoyado en el sofá exhausto vestido con el mono de navegación empapado, daba vueltas a un café, arriba Juanjo, atado con la línea de vida y enganchado por el abdomen a otra línea, apoyado sobre el gps, somnoliento y blanco por la dura noche que habían pasado. Había un cuchillo en cubierta y varios cabos cortados enredados a los pies de la rueda del timón. Al asomarme al exterior soplaba más viento de lo que habíamos soportado durante toda la travesía.

Estamos sobre la cresta de una gran ola de 9 metros, al elevarnos tanto podemos ver más horizonte cada vez

-La noche ha sido movidita, nos ha alcanzado 42 nudos de viento, dijo Juanjo

desde bajo cubierta la voz de Manu replicó, -¡suma la velocidad del barco!

-¡Ay va! entonces… Juanjo hizo una pausa –¡hemos cogido 50 nudos de viento

-Tuvimos que cortar el cabo de la “génova” (gran vela que está en la proa) en medio de la noche, se atrancó el enrollador de la vela y tuvimos que cortar el cabo o hubiéramos rajado la vela, así que largamos vela y hemos perdido velocidad, la goleta nos ha vuelto a sacar ventaja, dijo Manu con voz cansada.

 

De repente, recibimos una llamada por radio,

-Zafir, Zafir, here Gulden leeuw, Gulden leeuw calling !over! (Zafir Zafir, aquí la Gulden Leeuw llamando, !cambio!)

Manu coge el micro y contesta, después de unos minutos de saludos y charla en inglés, el navegante al escuchar el acento, se dirige a Manu en un perfecto castellano, soy Dominic el segundo de abordo de la goleta, – ¿que tal habéis soportado el temporal? ayer por la noche no pudimos entablar comunicación. 

-llevamos la radio apagada por un fallo de corriente, dijo Manu.

Desde entonces mantuvimos la comunicación cada vez que Dominic estaba en el puente de guardia.

El  tener a la vista otro barco aliviaba un poco la sensación de soledad en medio de la nada, al tener la posibilidad de contrastar la meteorología con la goleta nos tranquilizaba siendo una garantía y un amparo.

Seguíamos surfeando las olas que cada vez eran más y más poderosas y cada vez se nos alejaba más y más la goleta al tener más superficie vélica, el contratiempo con el enrollador nos fue ralentizando hasta que la noche del tercer día la Gulden Leeuw desapareció del alcance de nuestra radio perdiéndose de la pantalla del radar. Volvíamos a navegar solos en medio de olas de 5 metros.

La última comunicación con Dominic nos confirmaba lo que hacía presagiar otra vez fuertes vientos del Noroeste y más mar de fondo a continuación.

Mar arbolada y vientos de fuerza 10

Un mes después vuelve a suceder lo mismo, aparece una gran borrasca con olas enormes en el mismo lugar.

Existe dos escalas de referencia que mide la altura de las olas y la fuerza del viento, sin meterme en profundidades son; Douglas para las olas y Beaufort para el viento.

 

Wed de meteorología para náutica Passageweather

 

A partir de perder de vista la goleta, el viento arreció alcanzando el nivel de huracanado o fuerza 10 sobre 12 (más de 100 km/hora) y mar arbolada nivel 7 sobre 9 ( altura de olas entre 6 y 9 metros).

la cosa está difícil,  las olas comienzan a romper en las crestas. Debemos arrancar el motor para alcanzar más velocidad para subir las grandes olas, ya que al ser tan altas la embarcación pierde viento y velocidad en cada valle que esta genera.

 

Continuará…

 

 

Aquí os dejo la charla completa que di con el gran apoyo y cariño de Antonio Mata, responsable de la Sala Bahnhof en Badajoz, sobre cruce del Océano Atlántico que realizamos en abril 2016, titulado “Atlántico Norte un reto comprometido”

  

 

Espacio cultural Sala Bahnhof, Badajoz

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Sobre el autor

De espíritu inquieto, busco retos para no ahogarme en lo cotidiano. Mis dos pasiones son los deportes de aventura y los entornos naturales inhóspitos


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