¿Cómo expresar la noche que pasé pensando en el día que habíamos tenido en medio del hielo?
Pero, para más guasa, el lugar de acampada tampoco era como para tirar cohetes… me explico, pusimos la tienda a los pies de un gran nunatak, al abrigo del persistente viento catabático, en un cráter de hielo provocado por la caída de una gigantesca roca que yacía en el fondo, y a pocos metros nuestra tienda ¡Qué pesadillas tuve entre una cosa y otra! jejeje
Amanece en el campo de hielo, abrimos la cremallera para ver qué panorama tenemos. Nubes bajas pasando rápido en medio de una niebla fría, húmeda y cambiante.
Decidimos tomarnos con calma la salida de la tienda y esperar que el Sol nos ayudara y la disolviera. Desayuno y espera, al primer atisbo de claridad saldríamos de nuestro refugio para subir al collado. Desde ese punto veríamos ya la costa Este.
Como dice Jorge “come aunque no tengas ganas y bebe aunque no tengas sed, en un momento complicado no te fallarán las fuerzas”.
El día transcurría sin novedades, así que decidimos un plan. La nubosidad no daba tregua y lo mejor era dejar montado el campamento para salir a explorar ligeros de peso. Eso sí, con material suficiente para poder aguantar en la intemperie con el saco de dormir “por las dudas”, como dirían nuestros compañeros argentinos.
Empieza la marcha, esta vez sobre un espeso manto de nieve, el hielo compacto está debajo. La sonda se hunde más de un metro a cada paso, tenemos que aprender de nuevo la sensación de aparente seguridad, andamos sobre una nueva e inmensa planicie, pero aun así no nos desvinculamos de la seguridad de la cuerda.
Jorge se pone delante con las únicas raquetas de nieve. Su peso es menor que el mío, me va asentando el camino y no me hundo, en caso de que se caiga en una grieta tendré más oportunidad de pararle.
La nubosidad no cesa, de tarde en tarde se abre saliendo el Sol y nos “envenena” empujándonos para seguir tratando de ver la costa Este.
Jorge va en cabeza, a pesar de no ver lo que tenemos delante seguimos avanzando, tratamos de seguir por el llano que parece más fiable. Aun así somos muy conservadores en este lugar, en tres kilómetros y medio que hemos bajado, ha hundido la sonda para comprobar el suelo más de tres mil quinientas veces ¡menudo trabajón!
En un momento se despeja y nos deja esta imagen. Si me tengo que quedar con una foto sería esta, las montañas del fiordo del Este. La sonrisa de Jorge lo dice todo.
La niebla vuelve de repente otra vez. Sin track del gps en el “whiteout” (niebla densa), menos mal que siempre hay un plan “b”… la fiable brújula.
Nos vamos acercando ya a la abrupta bajada que vierte en el fiordo, aparecen nuevamente largos pliegues de grietas que apenas se pueden ver por la mala visibilidad, el paso no es seguro. Decidimos que es suficiente y emprendemos la vuelta a nuestro refugio.
¡Hasta aquí hemos llegado!
Después de muchas horas perdidas a la espera de cambio de tiempo que nunca vino, decidimos arriesgarnos y aprovechar el poco tiempo que nos quedaba para al menos ver las paredes rocosas de la costa de Lindenow. Este era uno de los objetivos propuestos, el tocar la orilla de este inhabitado y espectacular fiordo será el próximo… quién sabe.
El desafío era comprometido pero nos llevamos la satisfacción de haberlo intentado, incluso arriesgamos demasiado en este remoto e inaccesible lugar. La autosuficiencia de nuestra apuesta hacía que fuéramos más que conservadores. En caso de incidente, solamente nos teníamos el uno al otro, ya que un posible rescate terrestre sería muy lento o casi imposible y realmente costoso, sin contar algún medio aéreo, que nos acabaría hipotecando durante años…
Un dato más…este fiordo es incluso inaccesible por mar, para pequeñas embarcaciones provenientes del único lugar habitado llamado Aappilattoq. Lanzar una expedición por mar llevaría hasta cuatro días de navegación entre la ida y la vuelta en total autosuficiencia, ya que no hay población ni repostaje en mil kilómetros.
En la entrada de este bello fiordo antaño hubo una central de radio-repetidor de ayuda aérea, habitada hasta hace dos años. Donde vivían un grupo de operarios encargados en mantenerla. Prácticamente incomunicados catorce meses al año, vivían protegidos por varios perros groenlandeses y fuertemente armados de la amenaza del oso polar. Siendo relevados en helicóptero si las condiciones meteorológicas no lo impedían. Así me contaba mi amigo y compañero danés Jørgen, historias de autentica supervivencia durante su estancia de más de dos largas temporadas en aquel olvidado lugar. Pero eso será en otro capítulo de mi blog.
Para festejar la última noche en el hielo algo rico rico…¡Jamón extremeño! A ver qué opina mi amigo vasco.
Vuelta a casa…
Regreso otra vez por las grietas, sin podernos valer de ninguno de los dos gps… Esto es uno de los puentes que tuvimos que cruzar. foto Jorge
El regreso a la ‘civilización’ sería por el mismo camino, reandando sobre nuestra huella. Iniciamos la marcha y un pequeño detalle al parecer sin importancia, nos volvió a poner en vilo por la mañana. El hecho de borrar unos puntos del track de regreso del único gps que nos funcionaba, hizo mandar al traste la ruta ‘segura’ por el camino de las infames grietas.
Solo nos quedaría tratar de seguir las pequeñas marcas dejadas por los crampones y con una visibilidad reducida a unos 30 metros, muy divertido…
Sin referencias visuales debido al whiteout, nos debíamos alejar de los seracs que aguardaban en el lado Este del valle, pero ¿Cómo los evitaríamos? Si no veíamos ni un pimiento…¿La suerte iba a estar de nuevo a nuestro lado?
Posiblemente, y por una autentica ‘potra’ conseguimos encontrar el mejor camino de regreso por aquel inexplorado glaciar sin darnos cuenta, incluso acabamos cruzándonos con nuestras propias huellas que hacían que nos reforzara la buena decisión que habíamos tomado por la mañana.
Jorge’s view point, ‘el mirador de Jorge’, así lo bautizamos…Valle de Tininnertuuq
No tengo palabras para describirlo, ni con mil fotografías podría mostrarlo ¡cómo explicar el sentimiento que me causa estar aquí en la nada más inmensa!
Solo lo pudimos ver levantándonos casi de puntillas, concediéndonos un instante para contemplarlo a lo lejos, mientras se ocultaba de nuevo en medio de las capas de niebla envolviéndolo para llevárselo.
Allí se quedó, oculto en su manto blanco, quizás haya otra vez ¿Quiénes se embarcaran en acariciar alguna de sus solitarias orillas?
Nos llevamos ese fugaz recuerdo de una descabellada idea de un novato extremeño, que aprendió a esperar y dejarse llevar por esta inmensidad, así comenzó siete años atrás.
Agradecimientos
Este ‘paseo exploración’ se hizo para expandir nuevos horizontes y posibilidades de viajes y trekkings para TASERMIUT SOUTH GREENLAND EXPEDITIONS, sin su apoyo y esfuerzo no lo hubiéramos ni intentado.
Gracias a Andrea, que hizo un hueco dentro del complejo plan de temporada, concediéndonos el tiempo suficiente para esta empresa.
Gracias a Jorge, mi querido amigo y compañero en esta aventura, que sin su experiencia y fiabilidad en grandes montañas otro gallo nos hubiera cantado.
Por supuesto, gracias a Ramón por confiar y darnos esta gran oportunidad. Siempre será mi inspiración para seguir con nuestras metas y sueños.
Para ver más de mis aventuras, pulsa en los links
Para ver más fotos de mis viajes, puedes seguirme en este link