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José Trejo

Un extremeño en el Ártico

Ayer navegamos bajo una luna llena Ártica

¡Luna llena! Cada vez hay mejor visibilidad. Se pueden ver las enormes agujas de la isla de Sermersooq./

Navegar en estas aguas tan frías es siempre complicado, incluso conociéndolas. El clima es muy cambiante y extremo; bancos de densa y gélida niebla, bloques de hielo en cualquier lugar, fuertes corrientes, golpes de viento repentino al virar algún cabo, etc. Hay que estar muy alerta, cualquier relajación se puede traducir en un peligroso problema.

Pero…¿Y si navegamos en la oscuridad de la noche?


Después de otro día lluvioso muy común esta temporada, yendo sin parar de aquí para allá, quedaba ir a por “mi” zodiac a Qaportoq y traerla de vuelta de nuevo al Sur.

Iba a ser un día largo, muchas cosas por hacer antes de relevar en el siguiente tramo a JJ, y al fin, en mediodía, ir a por mí barco a la ‘capital’.

Anoche sobre los canales de Ikia, el barco llamado Avannaq navega delante.

Anochece sobre los canales de Ikia, el barco de JJ, llamado Avannaq navega delante.

Aquí en el ártico, hace dos semanas que el clima cambió, regresó el otoño casi de repente dejando caer los primeros copos de nieve en las cumbres. Ya se hicieron visibles las auroras boreales con la pérdida de luz cada vez más marcada.

De nuevo tocaba jugar con la luz artificial para poder viajar, después de casi dos meses sin noche o sin oscuridad total, la noche volvía a envolver al día rápidamente. Y como a veces pasa, nos pilló sin estar preparados para la oscuridad.

Como decía, el día iba a ser largo, amaneció muy nuboso y con una fría y pesada lluvia, JJ recogería temprano a otro nuevo grupo de la isla de Uunartoq, y yo lo relevaría en la isla de Nanortalik.

La vuelta del fiordo de Tasermiut fue lenta debido a un viento frío de costa que levantó oleaje de proa. Llegué tarde y cansado donde me esperaba otro grupo y JJ, solo pude saltar de la zodiac y correr hasta un templado café y una rebanada de mantequilla, para de nuevo saltar al barco y poner rumbo a Qaqortoq.

Tendremos tiempo suficiente pensábamos…Pero no contábamos con aquel persistente viento que nos ralentizó aún más, al final alcanzábamos Qaqortoq en la puesta de sol.

La cosa se iba a poner más interesante aun si pretendíamos regresar a casa, el dilema era si quedarnos a pasar la noche en la city, o regresar por las “bravas”, donde nos llevaría algo más de tres horas de navegación nocturna. Incluso aún sabiendas que mi barco no estaba preparado para tan compleja navegación, sin gps, ni radio, sin autonomía suficiente y bla bla bla

Alguien dijo ¿y por qué no os quedáis a pasar la noche en Qaqortoq, y salís temprano al día siguiente? JJ y yo nos miramos y sin decir palabra todos sabían la contestación…

-Vamos a repostar, dijo JJ.

Oscuridad. Mi cámara deja de enfocar. Ya no veo las olas y voy pegando saltos constantemente desde mi asiento, sigo la estela del barco de JJ, el Avannaq. Al fondo una luz entre las densas nubes, la luna está saliendo.

Oscuridad. Mi cámara deja de enfocar. Ya no veo las olas y voy pegando saltos constantemente desde mi asiento, sigo la estela del barco de JJ, el Avannaq. Al fondo una luz entre las densas nubes, la luna está saliendo.

Apareció Ramón preocupado, todo el mundo nos esperaban mucho más temprano.

-Saldremos de vuelta dentro de un rato, mañana habrá foehn y nos azotará por la proa, dijimos.

Después de repostar, había que ponerse más ropa para la fresca travesía de vuelta. Rápidamente me puse otro par de calcetines de reserva, mi chaleco de plumas y chaqueta de primaloft, debajo del mono de navegación, luego saqué la linterna frontal para tenerla a mano y ¡listo!

20:40, el sol se acababa de poner cuando salíamos por la bocana del puerto de Qaqortoq, JJ me preguntó si podría alcanzar 30 nudos de velocidad mi zodiac.

-pues vamos a verlo, le dije.

Pero antes me lanzó el maletín estanco con el Iridium (teléfono satélite).

Salimos en paralelo, rumbo Este hacia el cabo de la isla de Ikia, para luego virar en busca de los seguros canales que hay entre esta isla y la isla de Kangeq, para salir a mar abierto por la entrada del ancho fiordo de Kangerluarsorujuk.

Durante el cruce de esta gran entrada de 3 millas (6 kilómetros aprox.) apenas podíamos ver las olas de mar de fondo del temporal de la mañana.

Solo era cuestión de ir bien sujeto al timón, y clavar la vista al rumbo de 180º que marcaba el compás, para así  poder encontrar el único paso seguro por el interior, y evitar el oleaje de la costa.

La tenue luz de la puesta todavía nos dejaba ver la montaña de Uumannarsuaq, así era más fácil localizar el dichoso paso para entrar en el entramado de canales estrechos.

Siguiente tramo, sin luz solar

Doblamos el tempestuoso y peligroso cabo que da al canal de Qaarsuup. De nuevo regresábamos a mar abierto empujados por la popa por un potente viento llamado ‘avannaq’ como el barco de JJ. El oleaje nos embestía al ser incapaces de conseguir tomar las olas. Me volví a poner detrás del Avannaq en medio de su estela, así él me iría rompiendo las olas que nos batían en todas las direcciones.

Rumbo 150º, mar abierto, siguiente tramo el norte de la isla de Sermersooq.

Nubes densas quiere tapar la luna llena, cada vez hay mejor visibilidad. Podemos apreciar las enormes agujas de la isla de Sermersooq.

¡Luna llena! Cada vez hay mejor visibilidad. Se pueden ver las enormes agujas de la isla de Sermersooq.

Entre colores anaranjados salía la luna envuelta en un paño blanquecino, y mientras tanto, entre salto y salto, trataba de sujetarme con una mano al timón evitando de no ser lanzado por la borda, y con la otra ponerme el frontal en la cabeza.

A lo lejos se dejaban ver las inmensas paredes de más de mil metros sobre el nivel del mar de Sermersooq. Parecía que aquella gigantesca isla flotase sobre el mar por el efecto de la niebla de superficie que la rodeaba. Era un lugar misterioso y siniestro en medio de la noche.

Volvíamos a navegar en paralelo, apenas veía el Avannaq no llevaba luces, solo podía ver el color claro de la espuma que levantaba el casco al atravesar la superficie del agua.

Al alzarse la luna sobre el horizonte, todo cambió. El mar quiso darnos un respiro y se calmó, el reflejo de la luna sobre el mar era cada vez mayor, volvíamos a ver los perfiles de las montañas a pesar de las nubes negras que a veces la tapaban. La intensidad de la luz se acentuaba haciendo más tranquilizadora la travesía de regreso.

Parada para repostar en medio de la nada

Al final tuve que parar, el indicador de combustible hacía rato que me estaba avisando.

Sin poder avisar a JJ continuó hacia delante sin darse cuenta. El silencio en aquel negruzco lugar fue estremecedor, era estar en la nada mientras me mecía las sinuosas olas de mar de fondo.

Traté de evitar la sensación de claustrofobia de aquel silencio, y me centré en repostar revolviéndome en aquel espacio flotante.

A lo lejos, pequeñas luces, eran del pueblo de mi amigo Agjo, Alluitsup Paa. Minutos después, otra luz más potente venía hacia mí, era del Avannaq, JJ se había percatado de mi pérdida y venía en mi busca.

Repostage en medio del mar

Repostaje en medio del mar. Las olas de mar de fondo balancean la zodiac hiendola subir y bajar. 

De nuevo en marcha

Frente a nosotros la intensa luz de la luna llena creaba reflejos de oro sobre el lado norte de Semersooq, pasábamos debajo de sus paredes,  negras debido al trasluz que provocaba el astro. De golpe nos introducimos en la bruma blanca que la rodeaba, no era espesa ni muy alta, pero si fría.

Sabíamos que delante nuestra aparecerían unos icebergs que vimos por la tarde. JJ volvía a encender el foco, tratando de buscarlos, alumbraba en todas las direcciones.

El haz de luz atravesaba el velo de niebla y al fin chocó contra algo enorme, el reflejo de la luz contra el gran témpano me alertó, había que alejarse de él, sabíamos que siempre arrojaban bloques de hielo en su deriva y serían difíciles de ver.

Al fondo Amitsoq, la isla alargada. Solamente vemos su silueta, la luna está detrás rozando las aristas como si corriera al lado nuestro. La sigo de reojo y no está sola, hay algo más en este cielo ártico, miro hacia la dirección de la estrella polar y ¡allí está! La aurora boreal que se acaba de despertar.

Luces conocidas

Otro viraje,  ahora navegamos entre Semersooq y la isla alargada, somos diminutos en medio del profundo fiordo de Søndre. Ya queda poco para ver las luces de nuestra casa.

Más hielo ¡Estos icebergs no los esperábamos! las embarcaciones los esquivan una por cada lado sin aminorar la velocidad. Ahora voy delante, llevo el rumbo de la entrada de los canales del Norte de la isla de Nanortalik.

Después de tres horas de viaje, reconocemos las luces de nuestra isla. Satisfechos aunque cansados, al final, el largo día nos dio la recompensa, esta travesía a la luz de la luna.


Ha sido una buena oportunidad para aprender. El paisaje al que estamos acostumbrados se hace quizás más salvaje e inhóspito de noche, todo está latente en la oscuridad. Pocos se atreven a surcar estas aguas de noche, será porque las conocen y temen. Probablemente haya sido una temeridad lo que hicimos, pero ya forma parte de esto que nos apasiona que se llama Aventura.


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Sobre el autor

De espíritu inquieto, busco retos para no ahogarme en lo cotidiano. Mis dos pasiones son los deportes de aventura y los entornos naturales inhóspitos


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