Día 3, campamento Renos. Travesía polar #SPITZBERG8022
Día 3, campamento Renos.
La temperatura mínima del día fue de -10ºC, ligera brisa de 6 km/h con viento húmedo del Oeste. Muy nuboso, nevó ligeramente.
Si queréis situaros durante nuestro recorrido en un mapa interactivo de Svalbard hacer clic aquí
Desde Passhytta bajamos cómodamente hasta conectar con el enorme valle de Sassendalen. La anchura de esta depresión es de unos ocho kilómetros. Todo el valle está flanqueado de montañas tapizadas de nieve de unos 1000 metros de altura.
Estas cumbres se caracterizan por acabar en una meseta y sus laderas tiene llamativas franjas horizontales de roca estratificada que se vuelven muy verticales a medida que conectan con la cumbre.
Con tanto blanco alrededor, en el momento que la nubosidad tapa el Sol, las referencias desaparecen, se ve a duras penas las franjas verticales de las paredes y la oriencación visual es pésima como ocurriría muchas veces. Hubo días que solo conseguimos acertar a ver dos colores, el blanco ¡como no! y ese color oscuro de las paredes verticales en las montañas, único lugar donde no se sostiene la nieve.
La novedad en el tercer campamento fue alguna hora de guardia que hice alrededor de la tienda de campaña y dentro del perímetro de la valla de alarma, que desde ese día, montaría todos los días. En otras entradas de este diario me centraré en explicar cómo funcionaba la valla de alarma y para qué la instalábamos.
Guardias en el campamento Renos.
Ya nos habían avisado por activa y por pasiva de estar muy pendientes del oso polar. A partir de este día estábamos lo suficientemente alejados del mundanal ruido humano y demasiado cerca del borde del mar helado o banquisa, hábitat del señor del Ártico, el oso polar.
Condicionados por tantas advertencias sobre el oso, decidimos probar a hacer guardias aquella ‘noche’. Al estar durmiendo cerca de la puerta de la tienda me ofrecí para esa ardua tarea, porner la alarma del teléfono y salir del cálido saco de dormir y echar un vistazo, total, con la luz que había y la distancia que se podía observar sería suficiente levantarme cada hora dos horas o así. Pero no contamos que estábamos bajo la influencia de un frente cálido.
Esa noche nevó y la gran distacia del enorme valle de Sassenladen, se limitó a unos cientos de metros por decir algo.
Al observar a mí alrededor durante uno de esos ratos de guardia, entre la niebla de la ventisca, vi unos bultos que se movían a unos 300 metros sin salir de un área determinada por el color oscuro del suelo. Era una pequeña manada de los rechonchos renos de Svalbard que pacían tratando de arrancar algunos brotes de musgo y líquenes sobre una calva del terreno. Algo me tranquilizaba al observarles tan distraídos, incluso vi a alguno echado dormitando en medio de la nevada. Pensé, si estos renos están tan tranquilos ¿porqué estaba yo tan obcecado mirando a los alrededores cargando con ‘Peter’ nuestro viejo fusil alemán, como si fuera un soldado montando guardia, ¡ridículo! Y me fui al calor del saco de dormir de nuevo.
Primera guardia. Toda la ropa de abrigo es poca para estar fuera de la tienda cuando estás parado.
A la mañana siguiente, los renos seguían en el mismo lugar igual de tranquilos, y pensé en lo absurdo de aquella fría guardia de la noche anterior.
La ventisca de nieve sobre un paisaje blanco provoca el efecto ‘whiteout’, desaparece el contraste, la línea del horizonte y la tercera dimensión. Es como estar ciego, ves solo blanco.
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