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José Trejo

Un extremeño en el Ártico

Día 5, campamento ‘Pobre’. Travesía polar #SPITZBERG8022

El primer regalo del día, un radiante y cálido día soleado./

Día 5, campamento ‘Pobre’.

La temperatura mínima del día fue de -10ºC, ligera brisa de 5 km/h de viento Nordeste. Sol en la mañana. Ventisca y niebla con visibilidad de 50 metros por la tarde.

Si queréis situaros durante nuestro recorrido en un mapa interactivo de Svalbard hacer clic aquí

Después de pasar una noche sin poder dormir por una pesadilla de Gontzal gritando – ¡”El oso se ha saltado la valla! ¡Correr!”. No pegamos ojo. Seguramente fue porque la tarde antes al cruzar la banquisa del fiordo helado de Tempelfjorden, nos topamos con las primeras huellas del oso polar.

Vista de uno de los lanzadores de bengalas hecho a mano con material inútil de un motor de reacción del avión F-5 de la valla perimetral de alarma. La bengala de color rojo una vez activada, salta hacia arriba generando una explosión.

El día fue duro, mucho desnivel por el primer paso de montaña (550 metros). Mucha inclinación, que incluso nos vimos obligados a quitarnos los esquís y clavar las punteras de las botas para arrastrar las pulkas de unos 60 kilos para tratar de no resbalar hacia abajo por el peso.
Lo más difícil fue subir SIN NINGUNA visibilidad al interminable collado, que a veces daba la sensación de que se movía alejándose. En muchos momentos debido a la falta de referencias, andar metidos en la envoltura blanca nos mareaba, era como ir a ciegas. A veces miraba hacia mis pies y manos para comprobar que todavía podía ver, y así evitaba esa extraña sensación de desenfoque para evitar el mareo.
Todo era blanco sin contraste. Y la constante presencia del oso que no veíamos, lo hacía sino peor, al tener que mirar hacia todos lados constantemente. De vez en cuando, volvíamos la vista hacia atrás para comprobar a qué distancia estaba el último del grupo.
Llegar abajo al valle después de la cómoda y reponedora bajada, nos dio un alivio temporal, casi 9 horas penando y andando a ciegas nos consumió. Pero era hora de montar el campamento, sabíamos por experiencia que ese trabajo nos llevaría alrededor de dos horas, pero no fue así tampoco. La nieve recién caída parecía espuma y no sostenía la tienda, menos si cabe la valla perimetral de seguridad que había que instalar.
Cansados, helados y un poco irascibles, aguantamos nuestros impulsos entre caídas y sobreesfuerzos andando en la penosa nieve. Mientras tanto, me tocaba buscar rocas y despegarlas del suelo helado para luego tratar de asegurar los postes de la valla.
Tres horas más tarde y en medio de una fea y nevosa tarde, pudimos entrar en la tienda de campaña y descansar.
A este campamento decidimos llamarle campamento ‘Pobre’.
La blanducha nieve hizo incómoda la superficie de la tienda, pero no nos importó, ya que al encender el potente infernillo entramos en un casi éxtasis de confort.

El primer regalo del día, un radiante y cálido día soleado.

A la mañana siguiente, al levantarnos y salir de la tienda nos esperaba un hermoso regalo. El Sol radiante emanaba energía sobre un paisaje brutal. Solo había dos colores: un cielo azul y un fondo blanco puro de montañas tapadas por nieve perpetúa.

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Sobre el autor

De espíritu inquieto, busco retos para no ahogarme en lo cotidiano. Mis dos pasiones son los deportes de aventura y los entornos naturales inhóspitos


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