‘Comando’ de montaje
El ‘comando’ de montaje, como todos le llamamos, no es más que la apertura de las casas que están hibernadas y montar los campamentos diseminados, en este caso, en los fiordos Uunartoq y Tasermiut.
Esta vez iba a ser diferente, quisimos adelantar el montaje de estos campamentos del extremo sur, supongo que para agilizar las cosas, en vez de esperar a que la naturaleza nos concediera su permiso.
Según el ciclo natural de la zona meridional groenlandesa, en la primavera tardía, el hielo de banquisa, llega puntualmente arrastrado por las corrientes marinas formando un cinturón de cientos de kilómetros de extensión, que ocasiona el bloqueo de la mayoría de los fiordos. Este ‘cinturón’ se mueve al antojo de las brisas de tierra o de mar, a veces se aleja de la costa varias millas, y otras, en cambio, llega a adentrarse en los intrincados fiordos.
Comida para dos días
La mañana se despertó húmeda, la ciudad estaba oculta por un gran banco de niebla gélida, Luis “el loco” preparaba frenéticamente la comida para los dos días de estancia en el fiordo, mientras, los demás acarreábamos las últimas cosas al barco.
Deseosos de ver con nuestros propios ojos el famoso fiordo, nos adentramos temprano en mar abierto otra vez. Aggu, el patrón, se giró y habló unas palabras a Jørgen, con la cabeza indicaba una dirección hacia el horizonte, los dos se miraron y sonrieron con resignación.
A pesar del frío intenso durante la navegación, yo no soltaba el mapa, al ver que el gps del barco no estaba encendido, me hizo dudar, quería saber por dónde nos llevaba aquellos dos groenlandeses.
Después de años navegando con ellos puedo asegurar que son extraordinarios navegantes, capaces de orientarse en medio de la niebla tan solo con alzar la vista e identificar el brillo del Sol ocultado por la nubosidad.
Ya en la bahía de Nanortalik, se alzaba entre la nubosidad una gran isla con forma de pirámide, y al fondo, una rara línea blanca sobre el horizonte. De repente, al girar el cabo, Aggu, volvió a indicar esta vez con su mano desnuda una dirección donde Jørgen puso su atención, miraron hacia la línea blanca y hablaron en groenlandés.
¡No se equivocaban! Desde entonces, se quedó grabado en mi retina la primera vez que ví el inmenso y espectacular fiordo, y al fondo la enorme cascada glaciar de casi dos kilómetros de altura ¡se podía ver a cuarenta kilómetros de distancia!
Serían dos días de montaje
Con la boca abierta de asombro llegamos a la pequeña playa de desembarco, hipnotizados, comenzamos a portear todo el material dunas arriba hasta una pradera elevada por una morrena glaciar. Allí se podía observar dos grandes círculos sin vegetación, era donde se solía montar las tiendas de diseño mongol, llamadas yurtas.
Durante el arduo porteo de material hasta el campamento, aparecieron para ayudarnos unos escaladores eslovacos. Otro de nuestros cometidos dentro del fiordo, era la de aprovechar para recuperar a expedicionarios y regresarlos de vuelta a la civilización, en este caso, los eslovacos estaban preparados para regresar junto con nosotros una vez terminado el montaje ¡qué buena ayuda nos brindaron!
Los dos días propuestos de montaje pasaron rápido, nuestro plan iba según lo establecido “todo estaba controlado” (frase tabú entre nosotros…). Ya recogido todo, nos dispusimos a esperar a Aggu en la pequeña playa como habíamos acordado, él volvería a entrar al fiordo para recogernos incluidos los tres escaladores.
Satisfechos y relajados permanecimos tumbados sobre la playa a la espera del barco. Yo aprovechaba para aprender algunas palabras groenlandesas con Jørgen.
Pasaban los minutos y la relajación de Luis se transformó al mirar su reloj, se acercaba la hora fijada y ni rastro del barco sobre el horizonte. Mientras tanto, los novatos, seguíamos en nuestra inconsciencia, alucinados con la belleza de los alrededores.
Había pasado bastante tiempo desde la hora acordada, de vez en cuando, Luis bufaba y despotricaba de la ‘impuntualidad’ groenlandesa, andaba de arriba abajo la playa, tratando de otear el horizonte en búsqueda de alguna señal tranquilizadora para él. Al final Marta propuso llamar a Aggu con el preciado teléfono satélite, el reticente luis accedió, su cuadriculada postura no contemplaba el uso del único medio de comunicación para salir de dudas.
Comienza la aventura
El temeroso Luis, se alejó de la playa con el teléfono pegado en la oreja, la conversación fue breve, la cara de Luis lo decía todo, –Chicos ¡tenemos un problema! Aggu no ha podido salir de Nanortalik, la banquisa ha bloqueado todo el Sur y nadie puede entrar ni salir de la isla, y menos llegar hasta aquí, no saben cuándo podrá, pueden ser días o semanas.
Continuará…
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