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José Trejo

Un extremeño en el Ártico

Rumbo de colisión

En la pantalla vemos otros dos buques en vuelta encontrada o a rumbo de colisión, que pasan cerca, nosotros somos la flecha./

<<Dicen que las pesadillas son peores cuando se vuelven realidad>>

Hacía bastantes días que no incluía entradas en el blog y continuar con el diario de la travesía del Atlántico. Ensimismado andaba en mis estudios para terminar mi titulación náutica o lo poco que me queda.

Uno de los motivos por los que me embarqué en esta aventura fue para coger verdadera experiencia en navegación oceánica, o como pone en el título náutico “Capitán de Yate” sin limitaciones, en el que estoy a punto de finalizar… La normativa exige 48 horas embarcado y programar una derrota o rumbo de viaje a un destino como única práctica, cosa que me parece insuficiente después de haber vivido y comprobado en primera persona una travesía oceánica.  Desde siempre me ha parecido que estudiar un libro de texto y “aprobar” un examen tipo test con sus estúpidas preguntas “trampa” y un fin de semana de prácticas no ayudará mucho a la hora de enfrentarse a los pormenores de una travesía en alta mar o en medio de una galerna…sería una locura creerse algo que no se es aunque lo ponga un trozo de papel ¿no?

Vientos de Fuerza 7 levantan borreguitos en las crestas de las olas.

Vientos de Fuerza 7 levantan borreguitos en las crestas de las olas.

Hasta tres días estuvimos subidos en aquellas grandes olas, que continuamente hacían que el barco tuviera que corregir constantemente su rumbo debido a los zigzags yendo escorados, y apoyados sobre grandes rampas de tempestuosa agua que nos hacían orzar (derrapar). Gracias a que la embarcación llevaba  instalado un piloto automático conectado al sistema hidráulico de gobierno, corregía casi instantáneamente los latigazos moviendo la gran pala del timón.

Hora tras hora, nos libramos del intenso y difícil esfuerzo de manejar la rueda e ir luchando por corregir los azotes de la mar en una navegación de empopada. Manu llegó a agradecer al piloto automático el gran trabajo mecánico del que nos estábamos librando. Aunque a veces las cosas se le complicaban a la máquina, sobretodo cuando el viento arreciaba y trataba de tumbarnos más de la cuenta, entonces había que tomar la rueda del timón.

Aquellos días se hacían largos, parecíamos una pequeña nuez en una centrifugadora. Las noches eran frías y con bastante humedad, aunque solamente teníamos que estar atentos de la pantalla del radar y ayudar a trimar las velas, el cansancio hacía mella. Antes de anochecer y como de costumbre, arrancamos el motor del barco para poder cargar las baterías y así asegurar el suministro eléctrico al piloto automático, y al alumbrado para ser vistos.

Otro elemento imprescindible durante las guardias era la pantalla del Chartplotter  o más comúnmente GPS , aunque en este, el sistema era algo más sofisticado ya que incluía además el sistema AIS (Sistema de Identificación Automática) que detectaba barcos en las inmediaciones.

Trayecto de nuestro barco, cuando es captada la señal de radio VHF, ya estamos visibles en los mapas!

Trayecto de nuestro barco cuando es captada la señal de radio VHF, !ya estamos visibles en los mapas!

 

-Sencilla Web donde poder buscar nuestro barco, dando el nombre y la nacionalidad 

Manu y Mikel detectan en la pantalla del radar, un buque mercante que viene a rumbo contrario al nuestro, como aparece el distintivo de llamada del navío en el sistema AIS, llamarán para que varíe su derrota (dirección). Foto de Elena

Manu y Mikel, detectan en la pantalla del radar un buque mercante que viene a rumbo contrario al nuestro, como aparece el distintivo de llamada del navío en el sistema AIS, llamarán para que varíe su derrota (dirección). Foto de Elena

A veces lo desconocido alimenta la imaginación hasta tal punto que hace reales los miedos. Despertar de una pesadilla que nos mantiene en vilo y de repente incorporarse sobresaltado, hasta darse cuenta uno que solo era eso, un mal sueño. Pero ¿qué pasaría si lo que estamos viviendo fuera real?

Lunes 25 de abril

La mar de fondo está remitiendo, Manu baja a la cocina para prepararse una sopa, está de guardia. Mientras, en la pantalla del chartplotter ha visto que está al alcance del radar un buque portacontenedores de 200 metros de eslora (longitud) navegando a 17 nudos, tres veces la velocidad del velero.

Sentado cómodamente en cubierta, sigue la trayectoria del portacontenedores en la pantalla, el sistema le da la hora de cuando nos rebasará y por qué costado lo hará. Mientras tanto poco a poco todo el mundo terminamos de cenar y cada cual se va a descansar.

Casi es medianoche, Manu, con un golpe de vista,ya ve las luces del gran buque, está a unas 3 millas solamente  por la amura de estribor. Vuelve a revisar el cata vientos y trima la vela mayor, al rato vuelve a mirar la pantalla del radar, algo le llama la atención cuando mira por la borda, ve otras luces a lo lejos, esta vez desde el costado de babor. Algo no cuadra, piensa, vuelve a mirar y revisa la pantalla, ve que sigilosamente nuestro barco ha dado una vuelta completa cambiando el rumbo en sentido contrario, asombrado, mira el indicador del piloto automático, este se ha vuelto loco, Manu no sabe lo que está pasando, toma el timón para ver qué ocurre y nota atónito que éste no responde, el barco está girando como una peonza en todas direcciones en medio de las olas.

En la pantalla vemos otros dos buques en vuelta encontrada o a rumbo de colisión, que pasan cerca, nosotros somos la flecha.

En la pantalla vemos otros dos buques en vuelta encontrada o a rumbo de colisión, que pasan cerca, nosotros somos la flecha.

Mientras tanto el buque sigue su dirección al 276º. Sin darnos cuenta, el timón del velero ha ido suelto el tiempo suficiente como para ponernos a rumbo de colisión del mercante. Manu avisa por radio al gran portacontenedores para  que varíe su ruta, ya que nosotros estamos a la deriva por el fallo del timón y no podemos maniobrar.

De repente noto una estridente luz en la cara y la voz en alto de Manu,

-Chicos hay que levantarse tenemos un problema, estamos sin gobierno y un mercante nos está dando alcance. ¡Subid pronto!

En el más completo aturdimiento nos levantamos, creyendo que es una broma o una pesadilla, pero ésta vez es real. Saltamos del camarote y subimos a cubierta.

-¡hay que recoger la génova para que el velero pierda velocidad! nos indica.

Al soltar la escota, ha quedado sin control peligrosamente la gran vela dando bandazos con riesgo de que se destroce, Manu corre a la proa para tratar de enrollar la vela a mano nuevamente.

-El enrollador de la génova está atrancado Jose! Grita.

Dejo de pulsar el botón del winche eléctrico del cabo de recogida de la vela, y de un salto me planto en la cocina a por un cuchillo para tratar de cortar el cabo trabado.

A su vez el puño de escota de la génova (una anilla de acero del tamaño de una pelota de tenis al que se amarra el cabo que la tensa) da latigazos buscando la cabeza de alguno para romperla y lanzarlo por la borda en mitad de la noche.

-¡Al carajo! Venga todos al camarote de popa, creo que sé lo que ocurre, se ha desconectado el brazo del timón. Dice Manu.

Todos corriendo tratamos de sujetarnos a lo que vamos encontrando en medio de la oscuridad, yendo a trompicones por la cubierta hasta llegar al camarote, comenzamos a desmontar el cuarto para acceder a la escotilla del espejo de popa donde está el mecanismo de gobierno del velero.

Con Manu, luchando por arreglar la avería. Elena nos va pasando las herramientas y arriba en la cubierta está Juanjo agarrado a la palanca de fortuna sujetando el timón, para poder bloquearlo y no nos aplaste las manos en el reducido espacio que tenemos para poder reparar la avería. Foto de Elena

Con Manu, luchando por arreglar la avería. Elena nos va pasando las herramientas y arriba en la cubierta está Juanjo, agarrado a la palanca de fortuna sujetando el timón para poder bloquearlo, y no nos aplaste las manos en el espacio tan reducido que tenemos para poder reparar la avería. Foto de Elena

Espacio reducido, donde el brazo del timón nos podía aplastar las manos.

El lugar es mínimo, el brazo del timón amenazante nos puede aplastar las manos.

El camarote de popa es un auténtico desastre, herramientas, tablas y demás trastos ruedan mientras la mar nos azota de un lado al otro. Al no tener control sobre la dirección del barco se queda peligrosamente atravesado a merced de las olas.

Una vez bloqueada la pala del timón, queda la difícil tarea de atornillar el mecanismo que se soltó en ese espacio tan pequeño y peligroso. Unos milímetros más, observo, va ser muy difícil poder colocarlo, mientras, miro la camiseta de manga larga que me regaló mi madre para el viaje, pienso en ella y en el lío que estamos metidos después de varios intentos infructuosos por conectar la pieza averiada.

Juanjo, arriba, agarrado como puede a la palanca de fortuna y bloqueando el vaivén del gran timón, ve pasar cerca el buque que un rato antes nos estaba dando alcance. Seguramente se han quedado extrañados al vernos en su pantalla, viendo los giros que da el velero junto a ellos…

– ¡Ya se está alejando el barco ! Grita aliviado mientras sujeta fuertemente la barra de hierro.

Llevamos bregando con la dichosa pieza hace rato y no hay manera de poder roscarla. Teniendo la cabeza metida en el pequeño compartimento, me puedo apoyar sobre las tuberías hidráulicas a fin de evitar el constante mareo y volver a intentar roscar el puñetero tornillo.

Por una pequeña pieza estamos a la deriva a 500 millas de tierra (926 kilómetros) en una situación bastante comprometida.

Manu grita y jura en arameo aguantando el sistema hidráulico.

Suavemente inclino la pieza y noto algo distinto en las puntas de los dedos. Esta vez, el dichoso tornillo se ha alojado en su sitio.

– ¡Lo vamos a conseguir! grito a Manu esperanzado.

Poco a poco todo vuelve a la normalidad, el sistema está funcionando nuevamente, Manu corre a cubierta y comprueba la rueda del timón.

-¡!Tenemos gobierno, coño, menos mal!!

Con el trajín debido a la avería,  la génova ha estado todo el tiempo suelta, flameando incontroladamente hasta engancharse su escota, en uno de los candeleros de la borda, arrancando los dos guardamancebos (barras y cables de seguridad para evitar la caída por la borda de algún tripulante). Ahora debemos arreglar el desorden de cabos y normalizar la vela teniendo extremo cuidado de que no nos golpee el puño de la escota. Otro ratito de apuros con la dichosa vela hasta que tuvimos que cortar el cabo de la driza del enrollador, esta es la tercera vez que debemos cortar el cabo. A este ritmo nos vamos a quedar sin cabos sanos en el barco…teniendo en cuenta que el velero salió de Coruña con todos los cabos nuevos cuatro meses antes.

El normal lio de cabos por la cubierta, siempre hay que cuidarse de que no caiga por la borda ninguno o podría provocar una peligrosa avería si lo coge la hélice.

El  lío normal de cabos en la cubierta de un velero, siempre hay que cuidarse de que no caiga ninguno por la borda o podría provocar una peligrosa avería si lo coge la hélice.

Habían pasado cerca de 5 horas hasta que solucionamos las averías. Perdimos la noción del tiempo, agudizándose los sentidos frente a una situación intensa como la que vivimos la madrugada el día 26 de abril. Fuimos capaces de solventar todas las averías, aportando cada uno su valiosa ayuda, excepto Mikel que dormía profundamente durante toda la noche y sin despertarse a pesar de tanto griterío en medio de aquel desastre.Al final, nos dimos un gran abrazo por el gran trabajo que acabábamos de realizar, el barco estaba de nuevo seguro rumbo a las Azores y el gran buque había desaparecido del horizonte.

El trabajo que hizo el piloto automático durante aquellos días de grandes olas, había forzado al sistema llevándolo hasta el límite, acrecentándose por un mal acoplamiento o por un mal diseño en una conexión, haciendo que se soltara un minúsculo tornillo, metiendo en un lío a la toda la tripulación del velero, exponiéndose al abordaje por un gran mercante con muchas papeletas de hacernos desaparecer sin que apenas se dieran cuenta de nuestra presencia.

¿Porqué será que las posibles desgracias suceden de noche y todas a la vez? ¿será que el destino nos estaba probando?, bueno, solo pensaré que formaba parte de la aventura y por ello la podemos contar.

Juanjo adujando cabos después de una larga noche de averías, gracias a tu esfuerzo pudimos colocar el maldito tornillo en su sitio. Foto de Elena

Juanjo adujando cabos después de una larga noche de averías, gracias a tu esfuerzo pudimos colocar el maldito tornillo en su sitio. Foto de Elena

 

Una imagen vale más que mil palabras, así amaneció el día después de la pesadilla, gracias Elena, que estuviste al quite corriendo de aquí para allá para que no nos faltara nada mientras tratábamos de arreglar aquel entuerto, por cierto…como molan esas gafas ;)

Una imagen vale más que mil palabras, así amaneció el día después de la pesadilla, gracias Elena, que estuviste al quite corriendo de aquí para allá para que no nos faltara nada mientras tratábamos de arreglar aquel entuerto, por cierto…como molan esas gafas 😉

Al fin la recompensa, no estábamos solos, nos acompañaban los juguetones delfines. Foto de Elena

Al fin la recompensa, no estábamos solos, nos acompañaban los juguetones delfines. Foto de Elena

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De espíritu inquieto, busco retos para no ahogarme en lo cotidiano. Mis dos pasiones son los deportes de aventura y los entornos naturales inhóspitos


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