21: 54 pm. Me he vuelto a endeudar. Esta vez, comprando pescado.
18 dólares y 3 piezas de salmón después, hoy os vengo a hablar (con el corazón encogido y el bolsillo vacío) de lo ridículamente barato que resultar comer mal en Estados Unidos.
Las empresas han conseguido crear una irreemplazable adicción a la comida basura. Por pura comodidad, economía y rapidez, los imanes de KFC invaden frigoríficos estos días. Con esto de que la siesta muy americana no es, no hay descanso ni tiempo suficiente para cocinar, sentarse a comer y un ratito de sobremesa. Que digo yo que no hay nada mejor que quedarte dormido justo después del café. Pero bueno.
Para el americano medio, lo ideal es comprarse un cubo de pollo frito y comerlo mientras conduces de vuelta al trabajo. Ni hambre, ni arterias limpias, ni tiempo malgastado. Y eso de desayunar, comer y cenar (y voy a omitir las otras dos comidas)… de eso nada. ¿Tres comidas al día? Para qué tanto comer. Una comida al día, bien cargada, y mucho picoteo el resto del día. Y ya que nos ponemos, el dinero de la báscula me lo ahorro y tengo para un mes en el Burger King.
En cualquier supermercado o gasolinera hay miles de ofertas y 2×1 en muffins, brownies, patatas fritas, donuts, etc. Pero como se te pase siquiera por la mente algo un poquito más sano, más te vale abrir la mente a todo tipo de jugarretas.
Y es que el mercado de lo orgánico está en alza. Frente a los McDonals ofreciendo 3 hamburguesas por 3 dólares, tenemos a otro sector de la población que no come huevos de granja, y si les apuras, se los devuelven a las gallinas.
Fauna y flora de mis queridos Estados Unidos, amigos. Que mira que lo ponen complicado, pero al final, se le coge cariño.