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Una extremeña en Malawi

El viaje a Alinafe en un 'león' del asfalto

Me quedé en la mismísima entrada de carretera del Sambani Lodge despidiendo con la mano a Ahinoa sin la certeza de que pudiese verme entre la multitud apelotonada de una matola (camioneta)… ella es igual de pequeña que yo, por lo que seguro se habrá sentado en el resquicio de uno de los asientos entre varios de ellos y cubierta hasta las orejas de gallinas, cabras, sacos de maíz, bolsas de gallinas, calderos de aluminio, cubos de plástico y cualquier otra cosa inimaginable metida en un hatijo.

Ella se dirigía al Norte, Atupele Hospital y yo al Sur, al Alinafe Hospital.

Y me quedé fija mirando al norte, esperando que alguna matola pasase pronto y me recogiese…. Bajo mis cálculos llegaría a Alinafe a las 9:00, y anochecía a las 5:00 p.m., me quedé preocupada, no quería parar a dormir “de pie”, en ningún Resting House indescriptible.

Pasó un señor lleno de cachivaches, haciendo una especie de sinfonía metálica con toda la chatarra que le colgaba de los brazos, del cuello … no me saludó, yo tampoco a él… me impresionan aún algunos de ellos. Ya he visto los estragos que hace el sida en sus cuerpos.

Los deja convertidos en verdaderos pellejos, y sus almas se quedan por detrás de sus ojos, de sus escasas carnes, como escondida en el mismo centro de sus huesos. Sus gemelos iban al aire, llevaba un pantalón arremangado y sujeto con una cuerda… podrían tener menos masa muscular que los brazos de mi sobrino Lucas. Y una capa de polvo tierra le recubría, la barba, la ropa, su piel y sus cachivaches…

Sonreí pensando en el dulce veneno de mi sobrino… ¿Se acordará que tiene que venir a África a ver a su tía?

Paró una camioneta con al menos 20 personas y sus respectivas cargas; en la parte delantera el conductor y dos señoras africanas, le dije dónde iba, me dijo que subiese atrás y antes le pregunté el precio, me dijo 1.000 kwachas, eché cuentas rápido: calculé 420 kwachas llegar a Benga, y le insistí, llegas a Benga? Entre NKhotakota y Salima? Y me dijo, no! Sólo a Bandawe, lo pensé rápido, me obligaría a coger otras dos malotas y me dije, mejor hoy no pruebo la camioneta…. Otro día… es pronto para perder la esperanza… se fue y me esperanzó: pasan muchas matolas para Lilongwe, sonreí y me despedí de ellos.

Pasaron minutos largos como días sin pan…. Pero ninguna matola de paradas cada 400 metros y una media de 3 horas por 100 kilómetros de recorrido, mientras sí lo hacían muchos todo-terrenos que volaban….y hacían volar todo lo que encontraban a su alrededor… ¿tanta prisa tendrán?

Pasaron dos chavales uno con un aro… iba jugando en medio de la carretera y otro con una carretilla cochambrosa…. Gracias a Dios no hace mucho calor y en el norte sigue nublado.

A lo lejos escuché rugir a otro león del asfalto y volví a apartarme con la mochila… uno de estos me escupe una piedra y me deja tuerta… y de pronto desaceleró paró en seco a mi lado y bajó el cristal ahumado de su Toyota… Me dijo en acento inglés no-malawiano que me sonaba, que me podía llevar. Le contesté, espero a una matola, voy cerca de Benga … él me dijo, yo llego hasta Limbe, te puedo llevar… dudé décimas de segundo, y abrí la puerta con la decisión-indecisión de seguir perdiendo el miedo a África y lograr llegar a Alinafe antes de que se hiciese de noche… de otra forma no hubiese llegado hoy.

Me subí, aparté un gorro de lana y un cargador de Iphone y cogí un espejo retrovisor que descansaba sobre el que sería por largo rato mi asiento. Me preguntó de dónde era, y le dije española, me pareciste italiana, me contestó, ¿vienen muchos italianos a Malawi? Me pregunté.

Antes de arrancar, me preguntó por las Fish and Chips del Sambani Lodge, y le dije muy buenas, pero yo no tengo hambre, acabo de tomar full-breakfast. Me dijo: yo estoy hambriento. Y le comenté pues entra, yo me quedo esperando una matola…. Dijo, esperaré que tengas hambre tú, y pararemos a comer…. Antes de que hubiese arrancado al ‘león’ ya tenía todo mi cuerpo contraído con un excesivo gasto de azúcar…. Tendré agujetas mañana… ¡Dios mío protégeme, quiero sentir estas agujetas mañana! Me pasó un paquete de tabaco y me dijo, ¿fumas? Le dije sí fumo, pero ahora no quiero, gracias.

Enseguida me dijo: ” hay que saber inglés para venir a Malawi“.  Y yo le contesté que sí, pero que había que venir con él puesto, porque los malawaianos que lo hablan utilizan el presente y los adverbios olvidándose del resto de la gramática, y que su acento y la fonética de sus inglés a mi me producen mucha confusión. Me dijo que era hindú… yo ya lo sabía, pero no le dije nada, le pregunté qué hacía en Malawi, y desde cuándo vivía en Malawi. Me dijo 13 años haciendo 4,000 kilómetros cada 10 días aproximadamente.

Le pregunté a qué dedicaba, me lo dijo, pero no lo entendí, acababa de ponerme música, a todo volumen, escala 60, que no sé lo que es, pero no lograba entender lo que decía la letra, me tenía aturdido el tímpano…! Me preguntó si me gustaba esa canción, yo le dije… It’s nice… Utilizo esta respuesta bastante a menudo ante preguntas a las que mi impertinente cortesía me impiden decir, ¡pues no!, absolutely not…y ante preguntas impertinentes, pero éste no era el caso, porque  me di cuenta de  que intentó alegrarme y relajarme.

Movía las manos como sólo los hindúes lo hacen: Siguiendo el ritmo de la música… y con la del volante iba dando los golpecitos del ritmo…. Le miré de reojo… me gustan sus pelos, revueltos, tiesos y salpicados por alguna cana.

Miró hacia mi lado y se echó a reír.  Le miré, me sostuvo la mirada y, de pronto, miré instintivamente a la carretera … y me dijo, tienes prisa por llegar a Benga (como justificando la terrible velocidad que levantaba huracanes a nuestro paso… ¿pero a qué velocidad vamos? me pregunté. Luego imaginé alguna situación desagradable para mí, pero cambié de pensamiento, pero no de contracción muscular.

Volvió a girar la mirada hacia la izquierda y esta vez no disimuló… me miró sosteniendo su mirada hacia mi perfil, yo no moví ni un solo músculo…. Panic! ¿qué me mira tanto? Y me dijo, ¿está cómoda? Y le contesté, sí, creo que ya me siento más cómoda, pero no se lo creyó, y me replicó, pues relájate, y siéntete cómoda, ese asiento es más cómodo que el de una matola y vas a llegar mucho antes a Benga.

Decidí relajarme y respirar. Ya había tomado la decisión de llegar de día a Alinafe subiéndome al León del Asfalto en pleno día. En África, la luz es muy importante, y pronto te haces consciente de ello.

Volvió a mirarme e hizo un amago para apartarme el pelo de la cara, me adelanté rauda a hacerlo yo, pero repitió el gesto e hizo como si me retirase una mota que tuviese en la cara…. ¡Nos vamos a salir de la carretera! Le había mentido, no me sentía cómoda, y no sabía cómo me sentía en realidad, agradecida, pero con terrible pánico.

No era capaz de ver a la velocidad que íbamos, y él me dijo, no te preocupes: vas a llegar de día, y vamos a poder parar para comer Fish and Chips, yo no desayuné hoy. Me volví a poner violenta, y le dije, no te preocupes, puedes ir a tu ritmo, párame y me bajo.

Volvió a mirarme, y me preguntó si me sentía cómoda, entonces le dije, disculpa, pero no encuentro la palabra en inglés para decirte cómo me siento, pero no estoy incómoda, gracias… entonces le dije que yo conocía una playa cerca de Nkhotakota, a la que había ido hacía dos semanas, y seguramente nos diesen de comer.

Entonces me habló del destino y de Alá…  y me dijo: “Sabes que tú estás en mi destino, porque Alá ha querido que yo parase y te recogiese en el camino, tampoco paré a desayunar porque ahora comeré Fish and Chips contigo”.

Y fue entonces cuando me dijo lo que yo quería saber y no le había preguntado antes…. La velocidad a la que iba despidiendo de la carretera a cabras, niños, bicicletas, mujeres y hombres… Los Toyota siempre van volando a terrible velocidad por la carretera… 160-180 km/hora. Yo le dije que tenía miedo por las personas que caminan a ambos lados. Y él me dijo que para eso tocaba el claxon, y que debía preocuparme de las vacas y las cabras, que son las que cruzan de forma inesperada.

Le contesté lo que un hindú me hubiese dicho a mí: conduces muy bien y yo me siento segura, pero temo por los niños y las bicicletas, son más indefensos que nosotros…. Pero conduces realmente bien…. Y hoy yo soy el copiloto… y estoy intentando hacer muy bien mi trabajo…

Seguimos hablando…. Al cabo de un rato, llegamos a la playa que yo conocía. Nos abrió el Lodge restaurante un africano y salió del bello lugar una inglesa muy grande. Nos dijo que lo lamentaba mucho, pero no podía darnos de comer porque sólo atiende con reserva para dar un servicio de comidas de calidad…. Y amablemente nos envió a otro sitio: River Place, donde hacen, según nos comentó, el mejor chambo (pescado) de la zona, y estaba cerca, a tan sólo 15 kilómetros de la dirección que llevábamos.

Cuando llegamos al sitio, tuve la ocasión de mirarle a la cara, a sus ojos y recibir la mirada de un hindú de nuevo, de frente. Cuando se giró pude revisar su plante y su aspecto fuera del vehículo… hablé de política y economía, pensé que seguramente este tema no le parecería excesivamente femenino y podría, como prevención, desviar su interés en caso de que lo tuviese. Le pedí que me dejase invitarle a comer ya que me llevaba a mi hospital. No se ofendió pero me dio a entender “¡absolutely not!” esta vez, él a mí. Y me dijo, de verdad, el dinero no es un problema para mí. Acepté su invitación.

Fue entonces cuando le conté que conocía la India y le conté lo que allí hice… Me preguntó por la comida y por otras cosas…. Y le hablé de su arroz, del masala, de los chapatis….de los tuctucs…. Y de otras cosas.

Mientras esperábamos la comida y bebíamos una cola, le comenté cómo mi Dios me había traído a Malawi, contra mis primeros deseos, y cómo se confabularon las cosas para que viniese… y le pregunté: “¿Hablaría mi Dios con tu Alá?” Sonrió, con su boca pequeña, dientes menudos y con sus grandes ojos de mirada penetrante….

Nos pusieron de comer para todo el día… comió con las mano, como lo hice yo, chambo frito, patatas irlandesas fritas, col ácida con yogur y tomate frito con cebolla… todo delicioso… le pedí insistentemente que, por favor, se comiese el pescado de mayor tamaño de mi plato, no me respondió… pero me miraba, no dejaba de mirarme, pero yo ya no estaba asustada…. Me gustaba mirarle de reojo cómo espulgaba las espinas del pescado con sus pinzas-dedos…  he de reconocer que con más maña que yo…

Y entonces le dije no me gusta tirar la comida, pero esto es mucho para mí… entonces dijo de acuerdo, a mí tampoco, sírvemelo tú…. Cogí con mis torpes dedos el chambo frito y se lo pasé a su plato…. El comentó en voz alta: Alá quiso que este pez fuese a tu plato y yo me lo comiese.  Terminamos de comer, se levantó para pagar, y apareció el camarero con una caja registradora de juguete, de plástico y colorines, (esto no es una broma), juraría que era mi caja registradora de pequeña. Recordaba que la utilicé durante mis años de infancia en mi carnicería imaginaria con carne de plastilina… pagó y luego se lavó las manos.

Reiniciamos la marcha y me dijo que era una mala copiloto porque no le anunciaba la carretera, entonces le dije: Cuidado a la derecha hay 20 vacas y se echó a reír, y me contestó, prefiero baches y kilómetros a Salima. Me explicó que contaba los kilómetros de Malawi, Mozambique y Zambia, total 4.000 y a la vuelta empezaba a la inversa, 4.000 kilómetros menos 60, total 3940… Me enseñó su pasaporte y pude ver todos sus visados, por el mismo recorrido semana sí, semana no.

Y continuó diciendo: ahora me quedan 4.000 menos, 3.720, menos la distancia mi casa, pero ahora incorporo el dato tuyo, los kilómetros que nos queda hasta que nos despidamos, quedan 30 kilómetros; también dijo algo de unos 4.000 besos, pero yo no quise entender ni preguntar, y justo en ese momento le dije, viendo que iba más girado a la derecha que pendiente de la carretera, “Alá me ha traído a Malawi porque quiere que yo trabaje aquí durante unos meses, para proporcionar unas medidas organizativas que mejoren el hospital, por lo que ruego hagas caso a Alá, y me deposites con vida en el hospital”… Se echó a reír.

Pasamos el pueblecito de Benga muy despacio, detrás de una camioneta llena de africanos, que nos miraban, hablaban y se reían, y me dijo, dirán que tú eres una Azungu (persona blanca), y lo harán con respeto, y de mí hablarán con desprecio por ser hindú, no los vamos a adelantar.

Hablamos de racismo, de Ghandi y de los guetos hindúes en África. Pasados aproximadamente dos kilómetros del pueblo de Benga, llegamos al desvío del camino que lleva a Alinafe desde la carretera. Entonces le dije: si alguna vez necesitas venir al hospital, estaremos encantados de atenderte….

Se rió y me preguntó ¿tienes que seguir andando al hospital desde aquí? Y yo le contesté, sí, éste es el camino que lleva al hospital. Son 2 kilómetros malos para el Toyota, mejor me bajo aquí, no me contestó y dirigió al león, esta vez al camino  lleno de tierra que lleva al hospital.

Allí me despedí de él en mi mejor inglés británico, le di las gracias en Chichewa (idioma oficial de Malawi): Zikomo, y le hice el saludo hindú, Namasté”. Le ofrecí mi mano, y me la tomó afectuosamente, entonces me pidió que me diese la vuelta, me dio un abrazo y un beso en la mejilla…

Cuando me separé del ‘león’, dos niños llegaron corriendo a abrazarme… me cogieron la mano, me abrazaron por las piernas como lapas, entre risas felices… Y Javid me pidió mi número de teléfono, me dijo que si podría pasar a verme la próxima vez que recorriese la carretera que va desde Blantyre a Zambia y le dije que sí.

Seguí abrazada a los niños africanos mientras él se iba…. Recorriendo el camino que le trajo a Alinafe.

Fragmento del… diario de un Controller en Malawi, la viajera Beatriz Tello, el día 19 de mayo de 2013.

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