(Fragmento de Diario de una Controller Financiero en Malawi, 27 de junio de 2013.)
En esta vida todo lo que se desea se adquiere con tiempo… e incluso si te programas puedes realizar un entrenamiento para acelerarlo.
Primera PARTE. PREPARACIÓN PARA VIVIR INTENSAMENTE AFRICA.
Antes de venir a África, comencé mi entrenamiento para vencer el miedo a las arañas con mi sobrino Lucas, quien compartía junto con las hermanas ‘Tellos’ el mismo terror hacia los arácnidos. Viendo que en equipo las cosas se logran antes, y se refuerza lo aprendido, tomé a mi sobrino Lucas de 7 años como compañero de equipo en “Arañas Project“. El planteamiento era: “No más miedos a las arañas, porque te esperan en África”.
Durante la primera parte del entrenamiento, nuestra principal trabajo consistió en la observación de estos insectos y en hablar de ellas sin parar, evitando todo pensamiento que nos llevase a una crítica severa y basada en el pánico.
Empezamos a observarlas de cerca, con el compromiso de “sólo mencionar, y pensar en lo bello de las arañas”. Aunque la verdad, son tan pequeñas que apenas se las puede ver ningún detalle, pero no nos importaba realmente eso, ya que si no lo veíamos, nos lo imaginábamos. Las cambiamos hasta de nombre… eran “Señoritas” y no “arañas”.
En nuestro entrenamiento Lucas y yo comprendimos aquello de “el verdadero amor nace del profundo conocimiento del otro”. Hablábamos como los héroes que habían conquistado el amor y el respeto de su enemigo: “¿Lucas has visto alguna señorita esta mañana?”.
Luego describíamos todo lo bello de su vida, basado en la simple observación y en la admiración: sus paseos elegantones por la tela fina y delicada que había tejido la señorita, los entornos tan bellos que elijen para vivir como las rosas de la abuela, o la esquina de la cama de la mamá de Lucas.
Con tanta observación, llegamos a una segunda conclusión: las arañas son seres únicos y muy listos, y disfrutan de la vida. En pocos meses, Lucas y yo contábamos con muchos más amigos y echábamos de menos a algunas señoritas que, por cualquier motivo dejábamos de ver, quizás porque Toñi se ponía muy pejiguera con la limpieza de la casa de la abuela, o porque la mamá de Lucas no estaba realizando el curso “Arañas Project. ¡No más miedos!”.
Agradezco a Lucas desde Malawi su ejemplo, y a él le debo esta preparación con la que he reducido la producción de la hormona de la huida ante la presencia de las arañas. Los niños pequeños dan grandes lecciones a los adultos, pero los adultos nos volvemos tremendamente torpes para reconocerlo y aprovechar la fuente de vida que nos dan nuestros chiquitines.
Segunda PARTE. Entrenamiento en Terreno, y primer gran error.
Llegué a África, y os aseguro que hay muchas arañas y muchos otros bichos, y en mi casita había montañas. Si no hubiera sido por el entrenamiento con mi sobrino Lucas me habría pasado lo mismo que a Mr. Tortellini, entrenador del Excelentísima Villa de España, (otro de nuestros proyectos en el Hospital Alinafe), que la primera noche salió pitando a refugiarse al convento porque había muchos bichos en la casa, y nunca más volvió a la Casa del Voluntario.
No sólo por ello, ya me convertí desde el inicio en una mzungu prometedora en el Hospital Alinafe. Eso a su vez me hizo creer en mí misma y motivarme. Lo veía como “un gran logro”… me sentía la mismísima promesa para África, conviviendo sin miedo en un entorno muy animal.
Como muchas de las arañas eran venenosas, yo solita me encargué de quitarlas todas, y limpiar los senderos de las termitas que habitan en todas las puertas y marcos de mi casa pensando en mi compañero de entrenamiento, Lucas. Y empecé lo que es una vida de convivencia, desde el principio, y poco a poco… porque el amor, de golpe, no funciona nunca.
En África y con las arañas pude comprobar en la práctica una de las grandes teorías de la gestión: “Hacienda, que tu amo te atienda, y si no que te venda”. Abandoné mi casa por unos días, dado que tenía que visitar otros proyectos, y entonces vino a ocuparla una visitante.
En la salita de estar, a la salida hacia el patio, había una tarántula gigantesca. Salí corriendo a por el cepillo dispuesta a salvar mi vida, a liquidarla. Y cuando volví y me dispuse a asestarla el golpe de gracia, me paralicé por el pánico.
Tuve que acudir a la ayuda del vecino, un misionero sacerdote. Sólo tuve que coger el teléfono y decir “Mr. Kidness, run to my house, fast, please, I am in danger!” (¡ven corriendo, rápido, por favor, estoy en peligro!).
Instantes después, Mr. Kidness apareció por la puerta, y señalé la tarántula con el dedo desde lejos. Me preguntó si la sacaba de casa, le dije que “¡no, si ha entrado una vez, podría entrar una segunda vez. Mátala, no quiero tarántulas como compañeras de casa”.
Me explicó entonces que no era una tarántula, sino “una araña muy grande”. No me quedé nada contenta con su explicación, al fin y al cabo es sólo misionero, no zoólogo. “Mientras yo insistía en que era una tarántula, me volvió a preguntar: “¿Pero la mato?”, mientras ponía ligeramente su zapato sobre ella.
Le contesté: “Sí, salvo que te la quieras quedar. En ese caso, te la puedes llevar a la casa de los sacerdotes”. En ese instante la aplastó, y me dejó el cadáver en el suelo. Arrastré sus restos hasta el patio, donde mis amigas las hormigas se encargaron de ella en cuestión de horas, dejando solo la carcasa del cuerpo.
Después, me acerqué a verla. Ya no me daba tanto miedo, y decidí que la próxima vez, tendría que valérmelas por mí misma, sin tener que llamar a los sacerdotes.
En las siguientes ocasiones en las que el pánico ante ls arañas se apoderó de mí, busqué aliados más valientes que yo, y más habituados a estos especímenes. Mr. Kidness es de Kenia, sí, y seguro que había visto muchas peligrosas tarántulas en su vida. Pero seguí poniendo en práctica las cosas que había aprendido en cursos de gestión: diversifica tu equipo, alíate con aquellos que compensen tus debilidades, pero no dependas nunca de ellos. No podía depender sólo de Mr. Kidness en los momentos de mayor peligro.
Tercera PARTE. Lección aprendida, venciendo al enemigo.
Recibo invitados esta semana que entra: Mr. Hands, con quien compartiré mi casa durante 15 días; Mr. Health, un doctor importante, y Mr. Bike, que viene en bici desde Mozambique. Es por lo que Miss Chikoti y yo nos pegamos una tupitanga de limpieza de habitaciones y casa.
Cuando se hubo ido Miss Chikoti ya había anochecido, y en el mismito sitio en el que me encontré a la presunta tarántula un mes antes, tenía un escorpión. Sin pestañear, me quité la chancleta, y la reduje. Esta vez sin ensuciar el suelo del salón. Fue un golpe limpio que no me ensució el suelo. La arrastré hasta debajo de la silla ¡quiero tener el cuerpo del enemigo presente y reducido en el saloncito!
Lección aprendida: en mi cerebro ya no hay pánico por las arañas.