SHE llegó desde España de la mano de los padres misioneros, Father Saint la depositó en mis manos y poco a poco se hizo al patio de mi casa.
Su paso fue breve, pero aseguro que su presencia sigue en esta casa y en este patio. Tiene una vida preciosa coincidente y es del todo recomendable seguir sus recomendaciones como optometrista. Encaja no sólo los cristales, sino el color de la montura y su forma, seguramente no sea muy consciente de este poder que tiene y yo he de reconocer que tampoco antes de que se fuese, pero lo vi claro una vez que se hubo ido, cuando iba por los caminos de África e iba reconociendo las gafas que había ido entregando a los habitantes de nuestros pueblos, con los que me iba y me voy cruzando en el día a día.
SHE trajo desde España a Malawi, montañas de gafas graduadas. Efectivamente, esas gafas que llevas a la óptica y que las ONG recogen para llevar al tercer mundo. Os lo aseguro llegan a África las acciones y donaciones que hacemos en España, lo he visto con mis propios ojos sobre sus ojos, los del Tercer Mundo, los de África.
Uno de los días que pasé a visitarla, por la habitación que utilizó a modo de consulta durante las dos semanas que estuvo aquí, creí volver a la infancia y a jugar a los colores, las formas, las tiendas y los médicos. Todas las gafas eran de segunda mano pero preciosas, en excelente estado, organizadas por graduación, pero parecían estar sometidas a un bello caos organizado con un glamour propio de SHE. Estaba totalmente maravillada con la diversidad de formas, estilos, colores que en cada grupo había. Recuerdo unas de montura de concha grande, fucsia y unos adornos geométricos incrustados de piedras a modo de diamantes, eran de una marca muy famosa, como lo eran casi todas, pero estas eran “muy” fucsias, extremadamente extravagantes, pensé que le encantarían a Mary, la secretaria, seguro que se las pondría aunque no coincidiese con su graduación. Eso mismo lo hacen con los zapatos o con la ropa, con tal de que les guste, no les importa si es grande o pequeña, les gusta, se lo ponen y punto, que se rompe, no pasa nada, se lo siguen poniendo, que se ensucia un poco, siguen con ello puesto, que se les desgasta la suela, siguen andando con zapatos sin suela, que les gustan las gafas se las ponen porque les gustan, me estaba imaginando a Mary.
SHE se fue hace ahora 2 semanas, y verdaderamente sigue por aquí su obra, me voy cruzando con sus pacientes, quienes ahora me ven mejor, y me siguen saludando pero ahora con el convencimiento de lo que ven.
Las vísperas de su marcha, hicimos una fiesta como despedida, aunque cualquier cosas que hacíamos era una verdadera fiesta. Ese día yo estaba dando las clases de “Business and Management” en el Hall al aire libre de la Unidad de Desnutrición y la vi, como siempre, llegar feliz y llena de vida. Venía emocionada por el camino de llegada del pueblo de Njewa al Hospital de Alinafe, vestida de verde y justo a su lado un mozo africano con una camiseta color azul Yves Saint Laurent con todos los musculazos al aire, estupendo de ver. Yo seguía entregada a mis alumnos, los futuros desarrolladores de negocios y proyectos del hospital Alinafe. Ese día enseñaba contabilidad y presupuestación, a unos alumnos que muchos de ellos no había visto más aritmética que la de primaria.
A los pocos minutos escucho una voz baja en español por encima del muro. La voz provenía de SHE en Pantalones Verdes: “nos lo vamos a comer esta noche”. Siento decir que lo único que veía mis ojos eran esos pechos muy masculinos por fuera de la camiseta Yves Saint Laurent. La miré con ojos como platos y cara de presupuesto. “¿Estás segura? ¿las tres?”. Ella me respondió “Sí, dónde está el cuchillo grande? Le podemos matar en casa”. El presupuesto se me borró enseguida para enfocar de nuevo al mozo oscuro y de increíble conformación muscular. Iba a contestarla “yo no quiero matarle She y seguro nuestra doctora, “Calmen”, no lo va a permitir” cuando vi que un cuello de pollo asomaba debajo del brazo del estupendo de la camiseta Azul Yves Saint Laurent y entendí que al que nos comeríamos era al pollo flaco, hasta ese momento imperceptible. “En la cocina, supongo, pero por favor que sea fuera del patio de la cocina… que se nos llena todo de plumas”.
Cuando llegué estaba el pollo en la cazuela, y efectivamente nos lo comimos entre risas y algunas bebidas malawianas.
Sólo una cosa más: She, esta población de Alinafe te recuerda que te quedan muchos ojos por graduar y seguramente uno de ellos sean los míos.
Fragmento. Diario de una Controller en Malawi. 20 de Agosto de 2013