La pasada semana he tenido la suerte de volver a las Tierras de Hurdes y recorrer la comarca acompañando a un numeroso grupo de psicólogos de diferentes países, que participaban en el V Congreso de Psicología de la Vida en Positivo, juntos habíamos recorrido el año pasado Monfragüe y repetíamos la experiencia de leer el paisaje de esta zona del norte de Extremadura.
Volvía al Chorro de la Miancera y a los pueblos habitados del entorno de los ríos Hurdano y Malvellido, uno de mis rincones favoritos de nuestra tierra.
Pero no quería hoy hablar de Las Hurdes, sino de una planta y un color, eso si, es una planta cultivada de origen americano, pero muy extendida en Europa, que crece en balcones y pequeños arriates en El Cerezal, El Gasco, Fragosa o Martilandrán; se trata de la fucsia o pendientes de la reina, una planta de un llamativo color que se conoce por su nombre: el fucsia
Hasta hace no mucho tiempo todo el mundo utilizaba este nombre para definir un vivo color rojo sangre con una cierta tonalidad purpurea o violácea. Pues bien, por culpa de la globalización, ese nombre y ese color los estamos perdiendo con el empleo cada vez mayor del término magenta que es al fin y al cabo el mismo color.
El nombre se debe a que la planta denominada Fuchsia magellanica, produce un colorante llamado fucsina que aplicado sobre la lana y la seda da la misma coloración que las flores de la planta.
La nueva denominación de magenta, que poco a poco ha ido remplazando a la anterior, tiene su origen en clara referencia a la sangre derramada en la Batalla de Magenta, durante la segunda guerra de la independencia italiana, en la ciudad italiana de Magenta, con victoria de Napoleón III.
Vale por tanto que franceses, italianos e incluso los austriacos, que perdieron en la citada batalla, quieran llamar así a este color, pero yo al menos seguiré utilizando el nombre de fucsia cuando se me agote el cartucho de la impresora.
Y otro día hablaremos del cian.
Por José María Corrales