Llegué a Bali (Indonesia) desde Phnom Penh (Camboya). Aterricé a las 20:00 horas en el aeropuerto de Denpasar , la capital. Pasé la noche tumbada en el suelo esperando a que amaneciera y pudiera coger un bus o un taxi a mejor precio que la tarifa nocturna que me ofrecían cada vez que salía fuera a fumarme un cigarrillo. Regateos incontables compartiendo humo, sin éxito. Ellos se lo estaban pasando en grande conmigo pensando que el cansancio iba a hacerme ceder, pero aún no sabían que mi testarudez era más determinante que mi desesperación…A las 4 de la mañana, ya sabía que no había autobuses y que un taxi era la única opción de salir del aeropuerto. Viendo que las opciones se me agotaban, y tras comprobar que sería un milagro que la wifi del aeropuerto funcionara, decidí esperar a la mañana y andar un poco fuera del recinto para probar suerte fuera de la comuna de buitres que me esperaban fuera. Y así lo hice. Ya con luz, salí caminando entre ellos y en la primera carretera que encontré, tiré las mochilas al suelo y me dediqué a parar a todo el que pasaba. Conseguí un coche por la mitad de lo que me pedían en el aeropuerto…
Compartiendo risas
Me habían aconsejado quedarme en el pueblo de Ubud, centro cultural de Bali, a 1 hora de donde estábamos. Tras preguntar allí en varios hostels y ver que se salían de mi presupuesto, saqué de la mochila mi historia de niña buena, con mal estado de salud y sin dinero y conseguí que el conductor me llevara a la ciudad de Sanur, más económica y a media hora más de camino, sin subir el precio. En Sanur beach encontré lo que buscaba.
Cuando arrastré bajo la ducha toda la porquería que me había traído conmigo de refregarme toda la noche por el suelo, mezclada con el sudor inagotable que provoca el calor húmedo de Bali, y me tumbé en aquella cama….dormí como si aquella habitación sencilla, donde mi cuerpo se hundía desapareciendo sobre aquel colchón, fuese una suite del Ritz.
Pura Besakih (Templo)
A la mañana siguiente alquilé en el restaurante de enfrente una moto por 40.000 rupias diarias (menos de 3 euros). Iba a ser una aventura, porque en Bali, si no llevas carnet de conducir internacional, te multan (con lo que le da la gana y en función de las necesidades del policía que te pare…) y yo, no lo tenía. Así que decidí aparcar los pantaloncitos cortos de turista acalorada y disfrazarme. Pantalones largos, camiseta de manga y pañuelo en la cabeza escondiendo mi pelo corto. Metí 50.000.000 rupias (casi 4 euros) en el monedero y el resto del dinero lo escondí en la cartera secreta que llevo en la barriga debajo del pantalón.
La gasolina en Bali cuesta 6700 rupias/litro (unos 40 céntimos de euro)…así que ¡¡a hacer kilómetros que es casi gratis!!
Después de haber pasado unos meses en India, el tráfico loco de Bali te parece un paseíto por una autopista alemana. Aun así, la única manera de no estamparte los dientes en el asfalto era no usar los intermitentes ni los espejos retrovisores (si tienes) y rodar como si la carretera fuera tuya. Es decir, ahora paso por la derecha, ahora me voy a la izquierda, ahora cierro las piernas y me meto entre estos dos camiones, ahora me salgo por el arcén y me monto en la acera y que se j….. los que vienen detrás. Donde fueres, haz lo que vieres. Así lo hice. Se conduce por la izquierda, como en la mayoría de países de Asia, detalle que sólo practicaba cada vez que me pitaba un coche o moto que me encontraba de frente, recordándome ¡que iba por la derecha!
Cada vez que llegaba a un semáforo, me mezclaba entre las decenas de motos locales que se aglutinaban entre los coches para pasar desapercibida. Me colaba en medio de la marabunta con la mirada al frente como si fuese un burro con orejeras. Terminantemente prohibido mirar hacia la cuneta, donde se pone la policía, si los miras: te paran. A pagar. Terminantemente prohibido ser respetuoso y ceder el paso o quedarte la última detrás de las motos en los semáforos. Se te ve el plumero de turista “empanáo”: te paran. A pagar. Aquí mete rueda por donde puedas con actitud de “pa chulo mi pirulo” y todo iré bien.
Ofrendas hinduístas. Fuentes de TirtaEmpul.
En moto. Siempre.
Aún con todas estas precauciones, al final del día y cuando ya me estaba sintiendo invencible y sólo iba pensando en la pizza que me iba a comer cuando llegara, en un control donde estaban parando a todas las motos, me tocó la lotería. El estómago vacío me provoca un mal carácter que cuando el policía de turno me pidió que me quitara el casco tuve que contenerme para no tirárselo a la cara. Íbamos a ver cómo salía de ésta ahora. Conocía a gente que había tenido que pagar un millón de rupias (unos 70 euros) para que le dejasen seguir su camino. Tenía hambre. ¡No me apetecía nada tener que tirar en ese momento de mi vena artística familiar!
Bien, aquí sólo podía haber una solución: si no entiendo lo que me dicen, no puedo colaborar. Si no entiendo que me están pidiendo el carnet, no lo puedo entregar. Si no entiendo que me están pidiendo dinero, no puedo pagar. No saber inglés no es ilegal. Pues si quieren que pague…tendrán que llamar a un traductor. Mientras bajaba de la moto decidí que ese sería el plan, alegrándome de haber metido sólo 50.000 rupias (menos de 4 euros) en la cartera, para estos casos, y llevar el resto escondido bajo la ropa. Como última opción si me cogían la cartera, no se llevarían más que eso.
Tras quince minutos de responder en español con un “no hablo inglés, lo siento, no hablo inglés, no estoy entendiendo nada, por favor” a las imposiciones que el policía me hacía en inglés mal chapurreado comprendí que esto iba a ser una batalla de desgaste. Aun así, no estaba dispuesta a ceder mi pizza por pagarle las cervezas al corrupto de turno. Así que si él seguía con energías, yo también.
Tras 45 minutos de tenerme allí parada escuchándome hablar en español con cara de desgraciada, se debió dar cuenta el muy lúcido, de la cantidad de motos que estaba perdiendo por seguir allí intentando que le entendiera y al fin me gritó “¡go!”….. ¡Eeeeeehhhhh! ¡Cuidadooooo!……si no he entendido ni una sola palabra en 45 minutos, no puedo entender ahora “go”. Así que esperé pacientemente hasta que a la tercera me indicó con la mano que me subiera a la moto y me largara.
“Buff”. Esto de hacerse la tonta agota. Ahora tengo más hambre aún. Creo que al final, serán dos pizzas…
(Podéis ver álbunes de fotos de mi viaje en mi facebook: Viajando sin mapas)
La Amistad