Nada más llegar a Bangkok cogí un taxi con dos españoles de Valencia que había conocido en la cola de Inmigración del aeropuerto. Todos íbamos hacia “Kaosarn road”. Ellos tenían reserva de hotel, pero yo, para variar, no. Me di unas cuentas vueltas por la calle entre puestos de comida, pubs al aire libre con dj´s que se hacían la competencia en pocos metros, turistas pasados de rosca bailando con las tailandesas y escaparates chivatos de estudios de tatuajes express.
Encontré un guest house bien de precio, dejé descansar la mochila y me tomé la ansiada ducha después de 2 días de viaje. Al tumbarme sobre la cama, aún con el agua en el cuerpo, para que el aire del ventilador calmase el calor sofocante de una habitación mínima, me pregunté a mi misma que descubriría en este viaje…Tailandia no era un destino que hubiera deseado especialmente, ya que lo sabía demasiado turísticos, pero, como en todos sitios, seguro que habría un lugar perdido y desconocido donde poder olvidarse de la civilización occidental….y ese era…el que yo quería encontrar…
Cenita estupenda en la calle, sentada en un bordillo viendo pasar la gente. Los puestos de comida tailandesa…lo mejor!!!!….”pad thai” (tallarines) con verduras, fried chicken, arroz frito con verduras, un catálogo amplio de insectos calentitos….jajajaja… todo bien condimentado con guindilla seca molida, una auténtica aventura culinaria!!
No quería parar mucho en Bangkok, no me encuentro cómoda en las ciudades grandes, me aburren, así que dediqué el día siguiente a ver los principales monumentos en un tuc-tuc que alquilé por 20 bath (1 euro=36 bath) toda la mañana. El palacio real (Wat Phra Krao), el Buda feliz (Waky Budda),el Marble Temple, el Buda inclinado (Wat Pho) ,lo que más me gustó con diferencia, el Gran Buda ( Standing Budda) y quedé pendiente el Mercado Flotante (vas comprando en barcas típicas tailandesas por el río) porque me habían dicho otros viajeros que era demasiado turístico.
Para entrar en el Palacio Real, tuve que alquilar en la oficina principal una camisa por 200 bath, puesto que no te dejaban entrar con los hombros al aire. La escena de cientos de turistas humedecidos por el sudor esperando la cola para taparse era como un chiste malo. Al devolver la camisa después de la visita, te hacían la devolución del dinero. Dentro había miles de personas, el calor se convirtió en una pesada manta de pelo que te asfixiaba dentro de una sauna y de la que se hacía imposible escapar, mientras buscabas huecos para pasar entre la marabunta de cuerpos deshidratados.
Caminata bajo el sol hacia el hotel. Duchita. Compré un plato de “pad thai” especiados con verduras fritas y me senté en un bordillo delante de un bar de copas en Khaosarn road. A mi lado estaba sentado un chileno bebiéndose una litrona y empezamos a hablar mientras a mí se me escurrían los tallarines por la boca. Resulta que el chico había estado un año trabajando en Australia y con los ahorros se había venido a Asia a fundirlo…”day by day”…hasta que la cartera aguante. Acababa de llegar como yo y se acababa de hacer un tatuaje en el estudio de enfrente, al estilo tailandés, con bambú y bastante más doloroso.
Bangkok no era para mí…mucho tráfico…distancias largas…y escenas de hombres occidentales “invitando” a una pequeña pizza a alguna joven nativa a cambio de su calor mudo y conformista. Había visto suficiente. Era el momento de cargar la mochila de nuevo y volver a hacer camino al andar…
Compré el billete de bus a Chumphon y del ferry a Koh Tao, la isla que me esperaba para, al fin, volver a bucear. Fueron en total 18 horas de viaje ininterrumpido. En el autobús me senté con una pareja de asturianos que iban también a bucear, y nos fuimos todo el viaje de bus riendo a carcajadas.Se rompió no se qué cable del techo y nuestros asientos se empaparon literalmente, por lo que nos tiramos en el suelo. A las 3 horas de comenzar el viaje, el olor que subía del baño era tan fuerte que no tuve más remedio que meterme para fumarme un cigarrito, cosa que todos los pasajeros me agradecieron encarecidamente…jajaja…ya sabéis, apuntar en la taza entre bache y bache y curvas indomables, era misión
imposible para todos.
En el ferry a Koh Tao, las cabezas estaban ya tan idas, y el agotamiento y el aburrimiento eran tan grandes, que nos pusimos a grabar un videoclip de rap mi amigo Costas y yo, mientras el resto de pasajeros, narcotizados por el viajecito, nos miraban pensando: “esto entra en el billete,¿no?”.
Por fin llegamos a la isla. Ahora venía lo mejor. Con los 20 kilos a la espalda, patearte bien las calles en busca de un alojamiento barato. No nos sentíamos ni el paladar, pero adelante…siempre adelante!!!…En cuanto encontramos algo asequible a nuestro presupuesto, tiramos las mochilas y lo primero siempre…lo primero….meternos en el mar!!!! La luna era redonda y su brillo coloreaba de sepia el agua. Caliente, suave, en el silencio de nuestras palabras calladas…ahora sólo tocaba SENTIR, VIVIR, SONREIR….Había merecido la pena…
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