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Pilar López Ávila

Vivir con la naturaleza

ESPACIOS URBANOS DE BIODIVERSIDAD

Ahora que ha terminado el verano -y vuelven a subir las temperaturas con el veranillo del membrillo- se echa de menos un baño refrescante. Los recintos donde se ubican las piscinas en nuestra ciudad son verdaderos espacios de biodiversidad.

Para los que casi no salimos fuera de vacaciones la piscina se convierte en un refugio ideal para pasar las calurosas tardes del verano cacereño.

Nada más comenzar la temporada, sobre la rama de un plátano falso se movían inquietos dos polluelos de Tórtola Turca (Streptopelia decaocto). Los adultos iban y venían mientras los observaba tumbada en la toalla, soleándome tras el baño.

El atrevido Rabilargo (Cyanopica cyanus) se posaba incluso en el respaldo de la silla, mirándome con curiosidad. A menudo se le veía en el césped buscando algún resto de comida.

La Urraca (Pica pica), sin embargo, rara vez bajaba al suelo, más ávida de buscar algún nido que tuviera huevos o algún pequeño pájaro que llevarse al pico.

La Abubilla (Upupa epops) hacía siempre el mismo recorrido: volaba desde el tejadillo donde tenía el nido, pasaba sobre las piscinas y regresaba, al cabo de un rato, sobre los cipreses, entrando de nuevo al nido con su carga de insectos para los pollos.

El Mirlo (Turdus merula) ha estado presente durante toda la temporada, en especial al atardecer cuando el recinto se despejaba de personas. Los adultos y los individuos jóvenes buscaban entre el césped alguna lombriz. A las crías se las distingue muy bien por el plumaje todavía pardusco y moteado, y el pico decolorado.

Todas las tardes sobrevolaban cinco o seis ejemplares de Cotorra de Kramer (Psittacula krameri). Este ave –originaria de África y sur de Asia- lleva instalada en nuestras ciudades desde hace varias décadas gracias a individuos cautivos que consiguieron escapar o fueron liberados, y ha colonizado los espacios verdes urbanos con mucha facilidad. Ruidosas y de vistoso plumaje verde, se hacían notar cuando pasaban por encima de los bañistas, ajenos a su algarabía. Es posible que solamente yo me fijara en ellas, con esa obsesión que tengo de mirar todo lo que vuela.

Otra especie que visitaba el recinto todas las tardes y en algunas ocasiones bastante más cerca del suelo de lo que acostumbra, era el Águila o Aguililla Calzada (Hieraaetus pennatus). Esta rapaz planea buscando las corrientes de aire caliente para elevarse en el cielo, bajando en ocasiones para estar más cerca de sus posibles presas.

 

aguililla-calzada

 

Muy cerca de ella sobrevolaba el Cernícalo Primilla (Falco naumanni), que tiene establecida una colonia en algunos de los bloques que rodean el recinto de la piscina, pues los llevo observando en el mismo lugar desde que era niña, con su agudo reclamo y su vistoso cernirse bajo el azulado cielo del verano.

La Grajilla (Corvus monedula), córvido gregario y abundante, formaba bandos muy numerosos que llenaban el aire de la tarde con sus ruidosos reclamos.

Pequeñas aves pululaban entre el césped y los arbustos del seto. El oportunista Gorrión Común (Passer domesticus), el minúsculo Mosquitero (Phylloscopus collybita), el insistente Carbonero (Parus major) con sus infinitas variedades de reclamo y el Herrerillo (Parus caeruleus) buscando bajo la corteza del plátano falso la larva de algún insecto.

Quizás el ave más sorprendente que he visto ha sido el Chochín (Troglodytes troglodytes), minúsculo pájaro –es el más pequeño de nuestra avifauna- de carácter inquieto y potente canto. De su plumaje pardo rojizo y compacto destaca la ceja de color crema que le hace inconfundible.

 

chochin

 

Al final de temporada hicieron su aparición el territorial Petirrojo (Erithacus rubecula) y el Papamoscas Gris (Muscicapa striata), este último de paso hacia sus cuarteles de invernada en el África tropical.

Al anochecer les tocaba el turno a los murciélagos. El Murciélago Común (Pipistrellus pipistrellus) se atrevía incluso a acercarse a la piscina para beber. En alguna ocasión tuvimos que sacar alguno que se acercó demasiado y cayó al agua. El gran Murciélago Ratonero Grande (Myotis myotis) salía de su escondite y daba varias vueltas rápidas antes de desaparecer en la oscuridad. Un gato atigrado se paseaba despacio por el césped, buscando al Ratón Común (Mus musculus) que algunas veces se aventuraba entre las sillas ya vacías.

No puedo olvidarme de las mariposas, la Niña Celeste (Polyommatus bellargus) que recuerdo que cuando yo era precisamente una niña revoloteaba entre los rodales de tréboles mientras buscábamos alguno de cuatro hojas. Ya no existen esos tréboles entre el césped, más duro y resistente, pero todavía hay niñas celestes.

Ni de las diferentes especies de golondrinas y aviones que bajaban a beber a la piscina dibujando ondas en el agua. El Avión Común (Delichon urbica), la Golondrina Común (Hirundo rustica) y la Golondrina dáurica (Cecropis daurica), que incluso rozaban las cabezas de los bañistas, tan intrépidas… ni siquiera me daba tiempo de que salieran en la foto, tan solo su sombra…

 

ondas

 

Avispas y moscas, molestas representantes de los insectos, hacían que la tarde no fuera a veces tan plácida como una desearía.

Resulta sorprendente la cantidad de seres vivos que conviven en este espacio urbano donde hay hierba siempre verde, agua, árboles y arbustos.

Pero lo más sorprendente, quizás, fue encontrarse una muda de saltamontes a los pies, molde perfecto del inquilino que alojó.

 

muda-de-saltamontes

 

 

 

 

 

 

 

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Sobre el autor

“Desde siempre me gustaron los pájaros, las mariposas y las flores. También escribir cuentos para niños. Hoy les hablo a mis alumnos de los misterios de la biología, paseo por el campo cuando puedo y escribo. Creo que es esencial vivir con la naturaleza, comprender sus ciclos y seguir su ritmo. Y compartir con otras personas lo vivido.”


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